SITIO DE LISANDRO REYES ARMSTRONG
El sitio del TATA-LICA

5.4 Breve Panorama de la Historia de la Filosofía

BREVE PANORAMA HISTÓRICO DE LA FILOSOFÍA
 
Hacer un Breve Panorama Histórico de la Filosofía en un lenguaje comprensible para personas no versadas en la materia o para principiantes interesados en la Filosofía, necesariamente pasa por una síntesis, lo que es difícil, si no imposible, en el vasto mundo de la Filosofía.
 
El presente panorama histórico se presenta en cinco partes:
 
Filosofía Antigua (siglos VI AC al V DC)  (desde los presocráticos hasta el cierre de la Academia platónica de Atenas),
Filosofía Medieval (siglo VI al XV)  (la patrística y la escolástica),
Filosofía en el Renacimiento (siglos XV y XVI),
Filosofía Moderna (siglo XVI al XVIII)  (desde Descartes hasta el Positivismo) y
Filosofía Contemporánea (siglo XIX al presente)
 
La Filosofía Antigua, Moderna y Contemporánea es un extracto del trabajo: “Síntesis de la Historia de la Filosofía” de Germán Marquínez et al - (http://www.olimon.org/uan/marquinez-sintesis_historico-filosofica.pdf).
La Filosofía Medieval y la Filosofía del Renacimiento es una síntesis a partir de varios autores tomados de:
 
http://filosofiadelacruz.blogspot.cl
http://www.banrepcultural.org
http://es.slideshare.net/
http://eudoroterrones.blogspot.cl/
http://www.bioeticawiki.com/Personalismo
http://www.personalismo.org/filosofia-personalista/
 
 
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FILOSOFÍA ANTIGUA (siglos VI AC al V DC)  (desde los presocráticos hasta el cierre de la Academia platónica de Atenas)
 
TEMAS: Presocráticos, Sofistas, Sócrates, Platón, Aristóteles, escépticos, eclécticos, estoicos, epicúreos, Neo Platónicos
 
Origen de la filosofía
 
Se comienza por Grecia, porque allí, en sus colonias de Asia Menor, aparecen los primeros filósofos conocidos. La filosofía no aparece por generación espontánea; tiene sus precedentes. Entre éstos se han señalado fundamentalmente tres: los relatos míticos que iluminaban las cosmovisiones antiguas; las máximas morales que orientaban las vidas de individuos y sociedades y los conocimientos científicos y técnicos de los pueblos del Medio Oriente. Así nacen tres ramas del saber que predominan en la antigüedad: las ciencias de la naturaleza, las ciencias del hombre y las matemáticas. Los grandes temas y problemas ya  habían sido presentados y tratados en las civilizaciones anteriores: china, hindú, babilónica y egipcia.
 
En Grecia surge un nuevo criterio y un nuevo modo de ver las cosas. El hombre primitivo al no poder dar razones del origen y de la naturaleza de las cosas, las inventó y creó sus mitos. El griego no se resigna a quedarse sin saber el porqué de las cosas y emprende la tarea de buscar explicaciones inteligibles para todo. Ha dado el primer paso en el camino de la filosofía. Al principio estos pasos son inseguros e inciertos, pero poco a poco fueron profundizando y afinando sus conceptos sobre los más diversos temas. La naturaleza, el hombre, los dioses, las costumbres, todo fue pasando por el tamiz de una minuciosa investigación. Aquellos pasos inciertos fueron el comienzo de una marcha que, a través de los siglos, nos ha llevado a las profundidades de la naturaleza con los últimos descubrimientos de la química atómica; nos ha acercado a los astros con la maravillosa tecnología de la física espacial, ha unido a todos los hombres con los hilos invisibles pero efectivos de las comunicaciones modernas y nos ha permitido penetrar y descubrir los arcanos misterios del hombre a través de la medicina, sociología y psicología actuales.
 
Todo esto ha sido posible porque hubo unos hombres que se dedicaron a plantear una serie de preguntas, aparentemente inútiles. ¿Qué son las cosas? ¿Para qué son? ¿Por qué son así? ¿Qué pasaría si no existieran? ¿Cómo comenzaron a ser? ¿O fueron siempre? Y una serie de cuestiones que poco o nada servían para defender sus ciudades constantemente amenazadas o para procurarse los alimentos siempre insuficientes. La originalidad de los primeros filósofos no está en las respuestas, que hoy nos pueden parecer pueriles, sino en el hecho de haberse planteado las preguntas, de haber iniciado una búsqueda sistemática.
 
LOS PRESOCRÁTICOS
 
El principio del pensamiento occidental se remonta a los filósofos llamados presocráticos, hacia los siglos VI y V antes de nuestra era. En una mezcla rudimentaria de ciencia y filosofía, su problema fundamental se centró en descubrir el principio originario de todas las cosas. (“arjé” en griego) A pesar de la variedad aparente de los seres, intuyeron una unidad subyacente y profunda y se dedicaron a buscar la naturaleza y la causa de esa unidad, su preocupación gira en torno a la naturaleza, observan los fenómenos y advierten en ellos ciertas repeticiones, ciertas constantes, que hoy llamamos leyes. Inmediatamente surgen las preguntas: ¿por qué? ¿cómo? ¿en qué circunstancias? La filosofía está en marcha.
 
Al comienzo buscan el principio "arjé" en lo más fácil, como es natural, y van señalando uno u otro de los elementos constitutivos de los seres. Los jónicos o físicos como los llama Aristóteles, aparecen en torno a la ciudad de Mileto. Tres nombres han pasado a la posteridad. Tales (624-546 a.C.) para quien el principio de las cosas está en el agua como fuente y condición de la vida. Gozó de gran fama en su tiempo y es considerado como uno de los siete sabios de Grecia. Anaximandro (610-546 a.C.) considera tan vulgar al agua que no puede ser el principio de todo; piensa que tiene que haber algo más sutil, más difícil de determinar; por eso lo llama lo indefinido, "apeiron". De ese principio indeterminado van surgiendo las cosas por separación de contrarios: frío-caliente, ligero-pesado, etc. El apeiron es incorruptible e inmutable. Anaxímenes (585-525 a.C.), discípulo de Anaximandro, concreta el apeiron en el aire. De él proceden todas las cosas por condensaciones y expansiones sucesivas.
 
Al finalizar la escuela jónica, las invasiones persas empujarán la filosofía hacia las colonias del sur de Italia, lo que se conoció como Magna Grecia. La ciudad de Crotona, conocerá una escuela fundada por Pitágoras (570-496 a. C.), de quien le viene su nombre. Quiere la tradición conceder a Pitágoras el honor de ser el primero en llamarse a sí mismo filósofo. Su escuela de carácter religioso y científico reúne un grupo de discípulos que llevando una vida austera se dedican al estudio y al culto. Descubren una serie de seres que sin ser materiales tienen una realidad, los números y las figuras geométricas. Esto les lleva a pensar que no se puede identificar el ser con lo material. Profundizando en su propio descubrimiento encuentran que lo que une a todos los seres entre sí son las relaciones que mantienen unos con otros y que la mejor manera de expresar estas relaciones es a través de los números. Esas relaciones se manifiestan ordenadas y proporcionadas.
El número como expresión ordenada y proporcional de esas relaciones es el fundamento del mundo. Los pitagóricos, ponen el fundamento de los seres en la forma y no en su naturaleza. Religión, filosofía, música, matemáticas, astronomía, son algunas de las ocupaciones de los miembros de esta escuela, cuya influencia llega hasta el siglo primero de nuestra era. Entre los discípulos de Pitágoras o seguidores de sus doctrinas mencionamos a Filolao de Tarento, Hicetas de Siracusa, Hipócrates de Quio y Arquitas de Tarento.
 
El pensamiento filosófico sufre un giro completo con Heráclito de Éfeso (536-470 a.C.) de la familia real y cuya posición abandonó para dedicarse a la filosofía. Fue llamado el "oscuro" por la forma enigmática y fragmentaria de exponer su doctrina. Heráclito en lugar de preguntarse por el origen o principio de las cosas se pregunta por la naturaleza de las mismas. Lo que aparece, lo que es patente en todas las cosas es el cambio; "nadie puede bañarse dos veces en el mismo río". No hay, pues, cosas, sino que las cosas suceden. Lo fundamental de los seres es, por lo tanto, el devenir. Pero como no puede desentenderse totalmente del "arjé", identifica a éste con el fuego, cuya naturaleza inestable y cambiante armoniza con la movilidad de los seres. Este continuo devenir de los seres está regido por el "logos", que es una especie de destino fijo y universal.
 
La ciudad de Elea, en la Magna Grecia, conoce un grupo de filósofos, con Parménides a la cabeza, que dan a la filosofía un nivel y profundidad que antes desconoció. El punto central de su filosofía es doble: la negación del devenir, por una parte, y la afirmación absoluta del ser, por la otra. Jenófanes (570-478 a.C.), a quien algunos consideran como precursor de la escuela y quien vivió austeramente predicando sus doctrinas, hizo una crítica mordaz del antropomorfismo religioso griego ya que degeneraba en un burdo panteísmo. El representante más importante de la escuela y de toda la filosofía presocrática es Parménides de Elea (520-460 a.C.); expuso sus teorías en un poema en hexámetros del que se conservan algunos fragmentos y que dividió en dos partes: sobre la verdad y sobre la opinión. Encuentra en la idea del devenir una contradicción lógica: la del ser que no es. Por eso busca una razón que no pueda fallar, que sea siempre válida. Así sienta su principio fundamental: "el ser es y el no ser no es". Discurriendo a partir de este principio establece la naturaleza del ser y sus principales atributos. El ser es necesariamente único, eterno, inmutable, infinito, necesario. Pero como los cambios y la variedad se imponen a nuestra experiencia, Parménides tiene que dar una explicación de los mismos. Elabora la teoría de los dos mundos, el mundo del ser y el mundo de la apariencia. El primero es el que existe en realidad; el segundo es el que aparece ante nosotros como consecuencia de una ilusión en nuestra forma de percibir la realidad. El mundo de la apariencia, que no existe, es el mundo sensible, el mundo de la opinión. El mundo del ser, el real, es el mundo de la inteligencia, el mundo de la verdad. Con su teoría Parménides se constituye en el verdadero fundador de la filosofía; ésta deja de ser naturalística y se convierte en ontológica. Y plantea los temas fundamentales y constantes de toda la filosofía posterior: la conciliación entre el ser y el devenir y el alcance de nuestro conocimiento. Su discípulo Zenón de Elea (490-430 a.C.) dedica todo su esfuerzo a defender las teorías de su maestro, que por salirse de lo normal suscitaron numerosas reacciones y opositores. Para ello inventó y expuso sus famosas "aporías" con las que pretendía demostrar la imposibilidad del movimiento. Con los eleáticos la filosofía alcanza su mayoría de edad.
La afirmación de que la sustancia del mundo es una sola y de que ésta únicamente es el ser no permite salvar la realidad de los fenómenos y mucho menos dar una explicación suficiente de ellos. Por otra parte si se admite un solo principio es muy difícil explicar la pluralidad de los seres y sus continuos cambios. Estas constataciones llevan a algunos pensadores a intentar otra solución para explicar la realidad: admitir varios principios. Por eso se agrupan bajo el nombre de "pluralistas".
 
Empédocles de Agrigento (492-432 a. C.) fue político y médico; escribió dos poemas: Sobre la naturaleza y Purificaciones. Fijó los principios de las cosas en cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra. Estas cuatro "raíces de las cosas" están animadas por dos fuerzas opuestas que son el odio y el amor. La acción del amor une los elementos dando origen a los seres; la acción del odio separa los elementos destruyendo las cosas. El odio lleva al mundo al caos, que no llega a ser total porque la fuerza del amor sigue actuando en busca de la reunificación.
 
Anaxágoras de Clazomene (500-428 a.C) sostiene que los principios de las cosas son unas como semillas, (homeomerías las llamaría Aristóteles), infinitas en número, eternidad, inmutables e inmóviles. Por sí mismas no pueden explicar el movimiento. Por ello Anaxágoras admite un principio del devenir que llama "nous" o inteligencia impersonal de la naturaleza, que infunde el movimiento en las homeomerías para que formen las cosas y ordena el mundo natural. Fue el primer filósofo en Atenas, maestro y amigo de Pericles quien tuvo que protegerlo contra los atenienses que no lo apreciaban.
 
Demócrito de Abdera (460-370 a. C.) escritor y viajero fue una figura intelectual en Grecia. Considera que todas las cosas están formadas por unas partículas muy pequeñas, indivisibles, "átomos", de formas diversas. Todo está formado por estos átomos. Aparece así el primer intento de una explicación materialista de todos los seres. Al ser los átomos materiales necesitan de un lugar donde ubicarse y Demócrito dirá que están en el vacío; pero este vacío no es el no-ser de Parménides, absoluto y total, sino que consiste en un vacío relativo; le atribuye un cierto ser y crea así el concepto de espacio; el vacío no es lo opuesto al ser sino lo opuesto a lo lleno. El conocimiento es producido por una especie de efluvios de átomos más pequeños que penetran en nuestros sentidos; es por lo tanto un conocimiento puramente sensible.
 
LOS HUMANISTAS
 
A mediados el siglo V antes de nuestra era, el pensamiento griego sufre una notable desviación en su trayectoria. El tema fundamental de su reflexión ha sido la naturaleza. Ahora, con los sofistas y sobre todo con Sócrates, el hombre se convierte en su centro de interés. Este cambio de rumbo tiene su explicación histórica. Atenas ha derrotado a los persas y ha consolidado su democracia, el hombre ateniense se convierte en ciudadano y se hace consciente de su propia valía e importancia dentro de la sociedad "política". Esta situación crea la necesidad de prepararse para poder participar con éxito en la vida pública. Aparecen los sofistas, sabios que se dedican a preparar a los jóvenes atenienses enseñándoles todo lo relacionado con el hombre, dando así origen a una primera forma de humanismo.
 
Los primeros sofistas hicieron una crítica del pensamiento anterior, sobre todo de Heráclito y Parménides, lo que lleva a una desconfianza frente a los problemas de la naturaleza y sus soluciones.  Por otra parte las necesidades de la vida pública exigen un dominio de la oratoria para convencer al auditorio y así ganar adeptos y votos. Los sofistas hacen profesión de sabiduría y se dedican a enseñarla mediante una remuneración. Pero como en política lo que cuentan son los votos y no las intenciones, la oratoria se convierte en retórica, cuyo fin no es exponer la verdad sino imponer unos puntos de vista; por ello los sofistas degeneran en escépticos y utilitaristas. No forman escuela; cada uno se defiende como puede para mantener sus teorías. Por eso la fama de engañosos y falaces que adquirieron. Entre los sofistas podemos señalar a Protágoras de Abdera (480-411 a.C.), hombre de gran influencia en Atenas a quien se atribuye la sentencia de que "el hombre es la medida de todas las cosas" y que le valió el ser considerado como el padre del relativismo. Gorgias de Sicilia (485-374 A.C.) fue uno de los grandes oradores griegos y representante del escepticismo radical resumido en las tres afirmaciones que se le atribuyen: nada existe; si algo existe no lo podemos conocer; y aun en el caso de que pudiéramos conocerlo, no lo podríamos comunicar.
 
Dentro de la sofística, pero al mismo tiempo apartándose de ella, aparece Sócrates (468-399 a.C.). Hijo de una partera, nacido en Atenas, fue escultor y soldado. Después se dedicó a la filosofía buscando el conocimiento de sí mismo y la práctica de la virtud. Su austeridad de vida y su forma de enseñar fue una clara denuncia para sus conciudadanos. Reunió junto a sí numerosos discípulos a quienes enseñaba en la plaza pública. Despreciado por los sofistas a quienes ridiculizaba, perseguido por los ciudadanos a quienes molestaba, fue condenado a muerte por impiedad. Sus enseñanzas han llegado a nosotros a través de los diálogos de su discípulo Platón. Apartándose de los demás sofistas que hacían grandes discursos para convencer a su auditorio, Sócrates crea su propio método que desarrolla en tres fases. Basado en el conocido aforismo "conócete a ti mismo", va interrogando a sus discípulos hasta convencerlos de su propia ignorancia por sus mismas respuestas. Es la fase irónica pues sólo reconociendo la propia ignorancia se puede comenzar el camino de la sabiduría. Seguía la mayéutica consistente en una serie de preguntas ordenadas y graduadas que obligaban al interlocutor a pensar y discernir por sí mismo, llevándolo al descubrimiento de la verdad. El camino termina en la "aleteia", contemplación y posesión serena de la verdad descubierta. Su método condujo a Sócrates al descubrimiento de los conceptos o ideas universales de las cosas. De un número suficiente de casos concretos se desprende una idea general, es lo que las ciencias llaman inducción. El concepto universal supuso un gran avance en el progreso de la filosofía. En el ambiente en que se mueve Sócrates tiene que luchar entre dos concepciones igualmente erróneas del bien moral: la utilidad y el placer. Descubre un nuevo criterio: el saber; pero este saber no es teórico sino que es un saber hacer, un saber comportarse; en consecuencia para él el mal procede de la ignorancia. Así como del concepto universal de Sócrates arranca toda la filosofía de Platón y Aristóteles, así de su concepto de moral arrancan todas las escuelas éticas que perdurarán hasta el final del imperio romano. Su influencia ha sido determinante y decisiva en toda la filosofía posterior. Exceptuando a Platón, los discípulos de Sócrates forman una serie de escuelas que con sus características propias siguen las doctrinas de su maestro y que toman los nombres de las ciudades donde florecieron: Cirene, Cinos, Megara, etc.
 
ÉPOCA DE ESPLENDOR
 
 La época de mayor fecundidad de la filosofía griega se llena con dos nombres: Platón y Aristóteles. Dos lumbreras que por sí mismas marcan hitos absolutamente decisivos en la historia del pensamiento universal. Ambos se enfrentan a la totalidad de lo real y buscan soluciones coherentes para todos sus problemas. Aunque con soluciones diversas y a veces antagónicas, los dos crean sendos sistemas filosóficos perfectamente lógicos y estructurados. Son los primeros filósofos cuyas obras conocemos casi en su totalidad.
 
Platón (427-347 a. C.), cuyo verdadero nombre era Aristocles, recibe este apodo por la anchura de sus espaldas. De alto linaje es uno de los asiduos discípulos de Sócrates quien lo inicia en el camino de la filosofía. Muerto su maestro y decepcionado del ambiente ateniense se dedica a viajar. En Siracusa trata de poner en práctica sus teorías políticas y por dos veces fracasa con peligro de su vida. Vuelve a Atenas donde funda su propia escuela, la Academia, en la que se educan los jóvenes aristócratas para la vida política. En Platón confluyen todas las especulaciones filosóficas anteriores; las reelabora y forja un sistema que ha pasado a la historia con el nombre de idealismo platónico. La obra de Platón se conserva casi en su totalidad; escogió el diálogo para expresar su pensamiento; algunos de estos diálogos son de tal belleza literaria que le ganaron un puesto destacado en la historia de la literatura. Entre los más importantes podemos mencionar: Hipias, Critón, Fedón, Protágoras, Gorgias, El Banquete, La República, Teeteto, El sofista, Filebo, Pedro, Timeo, Las Leyes.
 
Como características generales de su doctrina habría que señalar: su exposición asistemática; un profundo sentimiento del estado; un afán de "salvación" que le hizo concebir la filosofía como una preparación para la muerte.
 
La extensión de su doctrina nos obliga a intentar una síntesis que, como tal, dejará muchos puntos en el aire. Tratando de resolver el problema del ser y del devenir llega a la conclusión de que hay que admitir los dos mundos pues no encuentra contradicción entre ellos. Son dos mundos distintos pero que no se excluyen. El mundo de las ideas que corresponde al dominio del ser y constituye la auténtica realidad y el mundo sensible, de las sombras que corresponde al no-ser, el devenir. La bella alegoría del "mito de la caverna" sirve a Platón para explicar esta dualidad de mundos. El mundo de las ideas eternas, fijas, perfectas, corresponde con el ser de Parménides; el mundo sensible de los seres materiales, cambiantes, imperfectos, es el mundo del devenir de Heráclito.
 
El mundo de las ideas se halla perfectamente ordenado y jerarquizado ocupando la más alta escala las ideas de Bien, Justicia y Belleza. Para llegar a ese mundo Platón propone dos caminos: el de la ciencia que mediante la dialéctica llega a un conocimiento racional e intuitivo del Bien y de la Belleza y el camino del amor y la virtud que mediante un proceso de purificación nos libera del mundo sensible y nos permite llegar a la contemplación de lo Ideal. El mundo sensible es un mero reflejo del mundo ideal, los seres materiales participan, imitan y tienden a realizar la perfección de la idea.
 
Sostiene Platón dos clases de conocimiento: el conocimiento sensible que no pasa de simple opinión y con el que conocemos las cosas materiales, y el verdadero conocimiento que es el intelectual, por el que conocemos el mundo ideal y que no es más que un recuerdo o reminiscencia de las ideas que el alma ya conocía antes de aparecer en el mundo sensible; conocer es recordar.
 
Considera al hombre compuesto de alma y cuerpo, dos realidades distintas unidas accidentalmente. El alma es inmortal, simple, inmutable y eterna; realiza tres funciones, racional, volitiva y apetitiva. El cuerpo es como una cárcel para el alma en la que sufre las cadenas de la ignorancia. La muerte es la separación del alma y del cuerpo y es una liberación porque permite al alma volver al mundo de las ideas. La dualidad de mundos determina también una concepción consecuente de la moral. Esta consiste para Platón en purificarse mediante la virtud y en realizar lo mejor posible la idea de Bien. Rechaza la teoría hedonista y destaca cuatro virtudes fundamentales: fortaleza, prudencia, templanza y justicia. El Bien pasa a ser la medida de todas las cosas, con lo que rechaza la sentencia de Protágoras.
 
La vida del hombre se realiza dentro del estado, concretamente dentro de la ciudad-estado. Platón crea toda una teoría del estado. Las leyes están orientadas a obtener la paz, la justicia y el bienestar para todos. Divide la sociedad en tres clases: gobernantes que deben ser sabios y prudentes; guardianes: fuertes y valerosos; y los trabajadores: austeros y laboriosos. Cree que el gobierno debe ser ejercido por los filósofos; las clases gobernante y militar están organizadas en un régimen colectivo en el que todo es común y está en función de la ciudad. Es un primer intento de un comunismo como forma política.
 
Aristóteles (384-322 a. C.) nace en Estagira, hijo de Nicómaco, médico de Filipo. A los dieciocho años entra en la Academia platónica. A La muerte de éste abandona Atenas y poco después es llamado por Filipo para encargarse de la educación de su hijo Alejandro. De regreso en Atenas funda el Liceo, llamado también, escuela peripatética. De esta época son la mayor parte de las obras que se conservan, en las que expone sus teorías y se recopilan las lecciones dadas en el Liceo.
 
 Entre ellas destacamos: Organon, varios tratados de lógica, Física, Historia de los animales, Tratado del alma. Metafísica, Ética a Nicómaco, Política, Poética y Retórica.
 
Su pensamiento es sistemático y pretende abarcar la totalidad de lo real. Discípulo de Platón y admirador de su maestro, pero se aparta radicalmente de sus teorías. La división de la realidad en dos mundos no lo satisface; sólo admite un mundo que es el real; de ahí que su teoría se haya llamado realismo. Aristóteles es la figura más grande de toda la filosofía, creador de la lógica, forjador de la metafísica, sistematizador de los conocimientos. Muchos de los conceptos que el hombre ha utilizado y aún utiliza para expresar la naturaleza de los seres y de sus relaciones maduraron en el pensamiento de Aristóteles.
 
Es el creador de la Lógica como arte de pensar e instrumento de todo conocimiento científico. Su elaboración fue tan minuciosa y perfecta que ha permanecido prácticamente igual hasta nuestros días. La base de la ciencia es la demostración, fundada en los primeros principios, que consiste en el silogismo deductivo integrado por juicios en los que se relacionan los conceptos. En lo relativo al conocimiento, admite, en primer lugar, que todos los hombres desean naturalmente saber y distingue varios grados o niveles: conocimiento sensible a través de las sensaciones que recibirnos de las cosas; conocimiento experimental que es un conocimiento de las cosas concretas y singulares; técnico o saber hacer las cosas; y racional o intelectual que consiste en saber el porqué de las cosas. Clasifica las ciencias en tres grandes grupos: teóricas como la matemática, la física y la metafísica; prácticas como la ética, la política y la economía; y poética como la poesía, la música y la retórica.
 
El mayor aporte de Aristóteles a la filosofía es su metafísica. En su afán de aclarar y resolver el problema del ser y del devenir se dedica a estudiarlo minuciosamente y elabora una serie de conceptos que le permite destruir esa antinomia. El ser no es unívoco, sino que existen diversos modos de ser: las categorías; y enumera diez: "sustancia, lugar, tiempo, cantidad, cualidad, relación, situación, posesión o hábito, acción y pasión”. Estos modos de ser se fundan en una distinción previa: esencia y accidente.
 
Contemplando el devenir de los seres desarrolla la teoría del acto y la potencia para explicar la relación entre el ser y el no ser y al mismo tiempo dar razón del movimiento que considera como el paso de la potencia al acto. Distingue cuatro clases de movimiento o cambio: sustancial, del no ser al ser; cuantitativo, aumento o disminución; cualitativo, mejor o peor; y locativo, de un sitio a otro. El tiempo será la medida de la duración de esos movimientos. Todo cambio o movimiento necesita una causa que lo produzca; según su naturaleza distingue cuatro clases de causas: material, formal, eficiente y final. El estudio del movimiento, del paso de la potencia al acto, lleva a Aristóteles a tener que admitir un primer acto puro, un primer motor inmóvil, Dios, ante la imposibilidad de una serie infinita de actos y potencias. Los seres materiales están constituidos por dos principios: materia y forma, teoría conocida como hilemorfismo. Materia es aquello de lo que están hechos los seres; forma es la determinación (cualidades) que recibe la materia en cada ser concreto.
 
Para Aristóteles el hombre es un compuesto de cuerpo y alma unidos sustancialmente. Distingue tres clases de almas, vegetativa, sensitiva y racional, siendo la última inmortal y realizando las funciones de las otras dos; el alma humana tiene cinco facultades: vegetativa, sensitiva, locomotiva, intelectiva y volitiva.
 
 Sitúa el fin último del hombre en el bien. El bien supremo del hombre es la felicidad; para llegar a ella hay que recorrer el camino de la virtud que consiste en un justo medio entre dos tendencias opuestas; así el valor está entre la cobardía y la temeridad. Hay virtudes intelectuales y morales, siendo la más importante de todas la justicia. En oposición a Platón, la virtud no es una ciencia, sino un hábito y se adquiere con la práctica; por eso la virtud o el vicio dependen de nosotros.
 
El hombre es considerado, también, por Aristóteles como un animal sociable por naturaleza, un animal político. Describe tres posibles formas de gobierno: la monarquía, gobierno de uno solo que puede degenerar en tiranía; aristocracia, gobierno de los mejores que cuando degenera origina la oligarquía; y la democracia, gobierno de todos y cuya corrupción degenera en la demagogia y la anarquía; identifica la sociedad con el estado.
 
La elaboración filosófica de Aristóteles es tan extensa y profunda que lo que acabamos de anotar son apenas algunos de los aspectos más sobresalientes. La lectura directa de sus obras y la de algunos de los numerosos estudios que sobre ellas se han realizado nos irá descubriendo la amplitud y profundidad de su pensamiento. El esfuerzo gigantesco de totalidad y síntesis que realiza Aristóteles parece como si hubiera agotado la capacidad filosófica griega; la cultura filosófica sufre después de él una crisis tan profunda que casi llega a desaparecer.
 
LA DECADENCIA
 
Este período abarca desde Aristóteles hasta la época medieval. Tanto el gran imperio de Alejandro Magno como el creado y sostenido por Roma, no fueron ambientes propicios para el florecimiento de la filosofía. Después de Aristóteles no aparece ninguna figura sobresaliente; la especulación se reduce al campo de la vida práctica y de la moral. En diversas ciudades aparecen grupos con determinadas tendencias en la forma de concebir la vida y de orientarla; constituyen estos grupos lo que se ha llamado escuelas de la filosofía helenístico - romana.
 
El escepticismo se caracteriza por su desconfianza en la capacidad del hombre para alcanzar la verdad; consecuentemente el sabio debe mantenerse indiferente ante las diversas teorías; su representante más famoso es Pirrón de Elis (364-270 a. C.).
 
El eclecticismo es un intento de conciliar diversas teorías y corrientes, tomando de unas y otras para construir un sistema que supere las contradicciones; los resultados son empobrecedores y artificiales. Su más conocido representante es Cicerón (106-43 a. C.), quien tuvo el mérito de traducir al latín muchos de los términos griegos específicos de la filosofía.
 
El estoicismo, corriente iniciada por Zenón de Citiun (376-262 a. C.) busca la felicidad en la "apatía", es decir, no turbarse por nada; para ello hay que vivir de acuerdo a la naturaleza y aceptar las cosas como son para evitarse sufrimientos con deseos insatisfechos a aspiraciones inalcanzables. Sus figuras cumbres son Séneca (4-64 d.C.), Epicteto (50-125d.C.) y Marco Aurelio (121-180 d. C.), en quienes ya aparece claro el influjo del cristianismo. El estoicismo ejerció gran influencia sobre los hombres más rectos de su tiempo.
 
El epicureísmo identifica el bien con el placer; pero éste para merecer tal nombre debe ser puro, duradero y estable y dejar al hombre libre y sosegado. Con estas condiciones se eliminan en la práctica los placeres sensuales; el ideal será la serenidad alcanzada en la templanza y moderación de los goces espirituales. El fundador de la escuela fue Epicuro de Samos (341-270 a. C.), de quien toma su nombre.
 
La metafísica, ausente del panorama filosófico hasta el siglo tercero de nuestra era, reaparece con el neoplatonismo, escuela fundada por Plotino (204-270) en Roma. Su obra ha llegado a nosotros a través de su discípulo Porfirio, que la recoge en las Enéadas. Los dos ejes de su filosofía son su panteísmo y su oposición al materialismo. El principio supremo es el Uno, que es al mismo tiempo el ser, el bien y la divinidad, de quien todo procede por emanación, en una forma gradual pasando por el espíritu, el alma del mundo, las almas particulares, hasta llegar a la materia que linda con el no ser, el alma debe liberarse de la materia para reencontrarse y fusionarse otra vez con el Uno. Con Plotino aparece por primera vez en la filosofía griega el mundo como producido, concepto que no equivale al de creación, porque el Uno hace al mundo de sí mismo, pero que quita al mundo su carácter de eterno con el que era considerado.
 
Dentro de esta corriente neoplatónica debemos mencionar, también, a Filón de Alejandría (30 a. C. - 50 d. C.), representante de la filosofía judeo-alejandrina, muy anterior en el tiempo a Plotino pero coincidente con él en seguir las líneas maestras de la filosofía platónica, completadas o vistas a la luz de la revelación mosaica. Intenta una conciliación y una síntesis de la filosofía griega y de la religión judía, con lo que se adelanta a la Edad Media, que intentará el mismo proceso con la religión cristiana con un claro predominio del aspecto teológico.
 
Algunos autores fijan el término de la Filosofía  Antigua, en el año 529 DC, cuando el emperador romano cristiano Justiniano cierra la Academia platónica en Atenas, que había permanecido allí, bajo el mismo nombre, a lo largo de novecientos años y además ordena cerrar todas las escuelas filosóficas y religiosas no-cristianas.
 
 
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FILOSOFÍA MEDIEVAL  (siglo VI al XV)
 
TEMAS: la Patrística y la Escolástica
 
En la frontera entre la Antigüedad y la Edad Media queda un tiempo de transición, una especie de tierra de nadie, representado por la caída del Imperio Romano y la invasión de los bárbaros a Europa, una etapa de receso casi absoluto en las actividades intelectuales.
 
El pensamiento de la época Medieval está marcado por la llegada del cristianismo a Europa. Aunque el cristianismo no es una filosofía, trae consigo y exige la cosmovisión de la creación divina y sus implicaciones. Para el griego el mundo estaba simplemente ahí, así había sido siempre; nunca se hizo problema de su origen. Para el cristianismo el mundo ha sido creado por Dios y creado de la nada. Esta nueva perspectiva, inusitada, provoca una nueva orientación en el pensamiento: el saber humano se desarrolla a través de la Teología que predomina sobre la Filosofía. Se establecen dos tipos de verdades: la verdad natural o racional y la verdad revelada. La Iglesia es el eje central y rector de la filosofía y la cultura. La teología son los conocimientos o saberes que dispone el hombre acerca de Dios y la filosofía son los conocimientos o saberes que dispone el hombre acerca de las cosas de la Naturaleza. Se sostuvo, entonces, que “la razón no puede contradecir a la fe”.
 
Durante la Edad Media la Teología, explicaba todo: la existencia y los fenómenos del mundo. La Verdad era buscada en la Biblia. A lo largo de los primeros siglos de nuestra era, la progresiva expansión del cristianismo y otras religiones mistéricas irá provocando la aparición de modelos alternativos al de la felicidad de la filosofía clásica, por otros de ‘salvación individual’, que competirán con los modelos filosóficos. El cardenal Pedro Damiano (siglo XI) acuñó la expresión: “La Filosofía es esclava de la Teología”.

En el cristianismo, en un primer momento tiene lugar la patrística; después, ya más avanzada la Edad Media, surgió la escolástica.
 
LA PATRÍSTICA

El periodo patrístico recibe esta denominación porque muchos de los autores que en él se incluyen han recibido el título de Padres de la Iglesia. Pero no todos lo son. Tampoco son autores que compongan filosofías sis­temá­ticas, con excepciones notables como S. Agustín. Su interés primero no es la fi­losofía, sino fijar y comprender mejor la doctrina cris­tiana y la defensa de la fe cristiana frente a los ata­ques externos y las herejías. Para tal fin utili­zan conceptos filosóficos ya ela­borados por los pensadores no cristianos o paga­nos. Por lo tanto tuvieron que abordar el encuentro entre el cristianismo y la filosofía grecorromana.
Sobresalen los padres de la Iglesia Oriental: San Basilio, San Gregorio Niseno, San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo dedicados a temas relativos a Dios, su existencia, sus atributos, el proceso creador y la naturaleza de la realidad creada. En la Iglesia latina los padres centran su atención en la recopilación de todas las doctrinas anteriores. Destacan San Agustín, San Ireneo. San Ambrosio, San Jerónimo.
 
San Agustín de Hipona (354-430). Una de las más grandes figuras de la Patrística, el más célebre de los Padres de la Iglesia latina, el fundador de la Filosofía de la Religión, de la Filosofía de la Historia y de la antropología filosófica cristiana. Nacido en Tagaste, hizo estudios en Cartago y Roma, militó en el epicureísmo, en el maniqueísmo y en el eclecticismo para terminar en el neoplatonismo. Bajo la influencia de San Ambrosio se convierte al cristianismo. Fue Obispo de Nipona.
Plantea que el hombre busca por todos los medios la felicidad pero sólo podrá alcanzarla cuando logre satisfacer sus ansias infinitas de verdad y de bien, lo que sólo puede alcanzarlo en Dios, al que tiene acceso por Cristo. San Agustín supera la desconfianza de los escépticos y afirma la existencia de la verdad, aun en medio de la duda, y la capacidad del hombre para alcanzarla. Desde sus presupuestos neoplatónicos San Agustín encontró la forma de armonizar la razón y la fe, y en este sentido se adelanta a la escolástica.
 
INICIACIÓN DE LA ESCOLÁSTICA
 
El término “escolástica” proviene de la palabra “scholas” (escuela) y “scholastici” (escolástico), debido a que esta filosofía se elaboró y a enseñó en las instituciones eclesiásticas, especialmente en las escuelas parroquiales, obispales y abadías, de donde nacieron más tarde las primeras universidades de la época. Surgieron tras el impulso de Carlomagno como consecuencia del llamado Renacimiento Carolingio, que se desarrolló a finales del siglo VIII y comienzos del IX.
 
Carlomagno (741-814), él mismo analfabeto, se percató del bajo nivel cultural y de conocimiento de su reino y el peligro que significaba (Había dificultades para manejar los tributos). Impulsó la educación de su corte para así inducir el conocimiento a su pueblo. El mismo trató de aprender a leer y escribir. Sus esfuerzos tuvieron un débil resultado en su reinado pero sus escuelas impulsaron el inicio de la escolástica y fue una luz en esas edades oscuras, anticipándose al renacimiento del siglo XV.
 
La filosofía escolástica duró cuatro siglos: desde mediados del siglo XI hasta mediados del siglo XV. Se caracteriza por el intento de utilizar la razón de la filosofía grecolatina para comprender el contenido sobrenatural de la revelación cristiana. Se trató de armonizar la razón y la fe, la filosofía y la teología, siendo la filosofía la sierva de la teología. La revelación era la enseñanza directa de Dios por lo que la revelación tenía un mayor grado de verdad y certeza que la razón natural. Cuando ocurría un conflicto entre ambas, la fe era el árbitro supremo, pero se utilizaba la filosofía para comprender y explicar la revelación.

Durante el escolasticismo se enseñó las siete artes liberales: el Trivium, conformado por la Gramática, la Retórica y la Dialéctica y el Cuadrivium que comprendía: Aritmética, Música, Geometría y Astrología. La Dialéctica tuvo preponderancia y en algunas partes era la única que se enseñaba.

San Anselmo (1033-1109) constituye la principal figura de este período. Considera a la razón y a la fe como inseparables; la fe es el punto de partida al que tiene que atenerse la razón para lanzarse a la investigación, pero, al mismo tiempo, es necesario fundamentar racionalmente la fe. Prescindir de la fe es presunción, olvidarse de la razón es negligencia. Desarrolló el argumento ontológico para demostrar la existencia de Dios.
 
Por esta misma época florece la civilización árabe que recoge las obras de los filósofos antiguos, desperdigadas por el Oriente próximo tras el cierre de las escuelas de Atenas en el 529, las traducen al árabe y aparecen los primeros comentarios, sobre todo de Aristóteles. Avicena (980-1037) y Averroes (1126-1198) figuran entre los filósofos árabes más destacados. Posteriormente se crea la escuela de Traductores de Toledo que vierten estas obras del árabe al latín, permitiendo su divulgación por Europa. Los filósofos judíos Avicevrón (1020-1070) y Maimónides (1135-1204) tratan de armonizar las teorías de Aristóteles con la tradición judía.
 
Fueron musulmanes y judíos los que, junto a sus propias doctrinas, llevaron al occidente cristiano a recuperar el conocimiento de importantes filósofos antiguos, especialmente Aristóteles. Para numerosos historiadores, esta es la cuestión clave que explica los avatares del pensamiento medieval: la llegada, problemática y difícil, del pensamiento de Aristóteles a través de sus intérpretes musulmanes.
 
En el pensamiento de la Edad Media existieron, además de la cristiana, dos grandes religiones monoteístas que originaron tradiciones filosóficas importantes: la tradición judía, con Maimónides y la tradición musulmana, representada por Averroes.

Mosheh Ben Maimon o Maimónides
 (1135-1204). Filósofo, matemático, médico y físico judío, nacido en Córdova (España), considerado el filósofo y el científico judío más importante de la Edad Media, con él la filosofía judía llega a su máximo esplendor. Fue un destacado intérprete de la ley hebrea. Sostuvo que la filosofía y la teología coinciden a pesar de sus métodos diferentes; la fe (religión) y la razón (filosofía) son ambos compatibles, armonizables, llegando a conciliar los dogmas del judaísmo rabínico con el racionalismo de la filosofía de Aristóteles; sostuvo que la filosofía no puede alcanzar las verdades que se conocen por la Revelación. De Maimónides arranca el movimiento intelectual judaico de los siglos XIII y XIV.
 
Averroes (1126-1198). Destacado filósofo, jurista, teólogo y científico árabe, nacido en Córdova (España), asesor de los Califas en asuntos educativos, postuló y defendió la idea de que la razón prima o tiene preferencia sobre la religión, posición que lo llevó al exilio en 1194. En 1195, fue acusado de herejía por la Iglesia Católica y desterrado en Lucena, llegándose a prohibir la circulación de sus libros en este mismo año. Fue un gran comentador de Aristóteles.
La tesis filosófica de Averroes se resume en lo siguiente:
 
a)       el mundo es eterno y no tiene principio temporal
b)       Dios es el “primer motor”, la fuerza propulsora de todo movimiento, que transforma lo potencial en lo real
c)       el alma es mortal y se divide en dos partes: alma individual perecedera (intelecto pasivo) y alma divina y eterna (intelecto activo),
d)       la teoría de la “doble verdad”. (una misma proposición podría ser verdadera en Teología y falsa en Filosofía, o viceversa, es decir que las verdades de la Teología y la Filosofía son independientes entre sí; dos afirmaciones contradictorias podrían ser ambas verdaderas, una para la religión y otra para la razón)

Averroes distinguió tres tipos de hombres:
 
* los filósofos, hombres de demostración, que buscan pruebas rigurosas
* los dialécticos, que se conforman con argumentos probables y
* los retóricos, que son los hombres de exhortación y que entienden la predicación que apela a la imaginación y las pasiones.
 
APOGEO DE LA ESCOLÁSTICA
 
En el siglo Xlll, con el crecimiento de las ciudades y la creación de las primeras  universidades, la escolástica alcanza su máximo esplendor. París, Bolonia, Oxford, Padua, Salamanca, Colonia, comienzan a sentir el influjo de estos centros de estudio. Las nuevas órdenes religiosas dejan los monasterios para vivir entre el pueblo dedicados a la predicación, lo que les obliga a una mayor preparación. La incorporación de las doctrinas de Aristóteles, que chocan con el platonismo agustiniano, suscita controversias en las que se forjaron las figuras más destacadas de la época.
 
Entre los principales filósofos escolásticos destacan: San Buenaventura (1218 – 1274), San Alberto Magno (1206-1280), San Anselmo (1033-1109), Juan Duns Escoto (1266-1308),  Pedro Abelardo (1079-1142), Guillermo de Ockham (1290-1349) y Santo Tomás de Aquino (1225-1274). También brotan los elementos de su disolución, con el averroísmo latino. San Alberto Magno es el primero que emprende un estudio sistemático de Aristóteles. De conocimientos enciclopédicos, su autoridad fue unánimemente aceptada; en sus lecciones y en sus abundantes escritos se formaron los grandes escolásticos, incluido Santo Tomás que fue uno de sus discípulos predilectos.
 
Expliquemos brevemente el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, Pedro Abelardo y Guillermo de Ockham.

Santo Tomás de Aquino (1225-1274). Llamado “Doctor Angélico” por la profundidad y claridad de su pensamiento, la solidez de sus argumentaciones y la pureza de sus costumbres. Santo Tomas considera a la filosofía y a la teología como dos ciencias distintas pero complementarias; la primera se apoya en razones humanas, la segunda en la revelación divina. Ambas estudian a Dios, pero, cada una lo hace desde su punto de vista; si son lo suficientemente rigurosas y honestas no puede haber contradicción entre ellas.
Divide la filosofía en tres grandes apartados: estudio del ser que culmina en la metafísica; estudio del conocimiento y estudio de la conducta humana. Santo Tomás es el reformador de la metafísica aristotélica y la adapta a la religión cristiana, es el fundador de la teología como ciencia, logrando armonizar, conciliar y equilibrar la fe cristiana (Teología) con la razón (Filosofía), en cumplimiento de su misión de rescatar para el pensamiento católico lo significativo y trascendente del pensamiento antiguo, en especial el pensamiento de Aristóteles. Se dice que santo Tomás de Aquino llegó a “bautizar a Aristóteles”.
Santo Tomás concibe tres tipos de verdades: a)verdad teológica, que es la que el hombre conoce mediante la revelación divina; b) verdad filosófica, que es la verdad no revelada y conocida por la razón del hombre y c) verdad mixta, que es el conjunto de verdades reveladas y que son verificadas por la razón humana.
En su obra “Suma Teológica”, prueba la existencia de Dios a través de cinco vías: 1) prueba cinética o del movimiento; 2) prueba de causalidad eficiente; 3) prueba de contingencia; 4) vía de la prueba de los grados de perfección; 5) vía de la prueba teleológica.
Su pensamiento, su filosofía, llamado ‘tomismo’ es recomendada como fuente de la doctrina católica por el papado.

Pedro Abelardo (1079-1142). Polemista sin par, filósofo y teólogo británico, talento privilegiado y lógico eximio, fundador de varias escuelas de dialéctica en diferentes ciudades, concibió que en teología debiera emplearse la dialéctica. Fue calificado “El caballero de la dialéctica”, y se dejaba llamar “el nuevo Aristóteles”. En lo filosófico, aborda el problema de los universales. Establece que lo universal es todo aquello que puede predicarse de varias cosas, y no hay cosas que puedan predicarse de otras, puesto que cada una es ella misma. Por tanto, la universalidad no puede atribuirse a las cosas sino solamente a las palabras, es una función lógica de determinadas palabras, y esta solución al problema de los universales se denomina conceptualismo.

Guillermo de Ockham (1290-1349). Última extraordinaria figura que cierra el ciclo histórico del pensamiento escolástico y la primera figura de la Edad Moderna; es uno de los más preclaros hombres del nominalismo y precursor del empirismo inglés, que se inscribe dentro del período de la escolástica decadente del siglo XIV.
Ockham contribuyó a separar la filosofía (razón) de la teología (revelación) a fin de promover el desarrollo autónomo de la ciencia fundada exclusivamente sobre la experimentación. Es así como la teología deja de ser una ciencia y se convierte en un quehacer meramente especulativo carente de evidencia racional y de validez empírica. Sostiene que existe una heterogeneidad absoluta entre la ciencia y la fe, y no pueden subsistir juntas, pues la evidencia no puede ir unida a la falsedad. “Los artículos de fe no son principios de demostración ni conclusiones, y no son ni siquiera probables.
Para el Ockham la base de todo conocimiento verdadero es la experiencia; por eso, el empirismo es la base de su filosofía, es el antirrealismo el rasgo distintivo de la especulación ockhamista. Ockham rechaza la distinción entre esencia y existencia cuando declara que “No se puede conocer con evidencia que la blancura existe, o puede existir, si no se ha visto algún objeto blanco…” Expresa que la sustancia sólo es conocida a través de sus accidentes, así, no conocemos el fuego en sí mismo, pero sí el calor.
Con la decadencia de la filosofía escolástica, la filosofía queda reducida a la Metafísica. Ciencia y filosofía se contraponen como dos órdenes del saber completamente diferentes.
 
DECADENCIA DE LA ESCOLÁSTICA
 
Las mayores dificultades que encontró el tomismo para su difusión fueron sus inmediatos seguidores, que se limitaron a repetir sus mismas formulaciones o a discutir cuestiones secundarias y periféricas, lo que acarreó una profunda crisis y decadencia de la escolástica que llenó los últimos años de la Edad Media. A las geniales síntesis filosóficas del siglo XIII, sucede un desaforado criticismo que, salvo contadas excepciones, en lugar de depurar y completar las doctrinas tradicionales, las corrompe.
 
Duns Escoto (1266-1308), inglés y profesor de Oxford, crítico agudo y brillante, vuelve a establecer la separación entre filosofía y teología, entre razón y fe. Considera la voluntad más importante que la inteligencia, por lo que se le ha calificado de voluntarista. Esta separación radical entre filosofía y teología es el origen de la bifurcación del pensamiento occidental hasta nuestros días, dos marcadas corrientes que atraviesan toda la filosofía moderna, contemporánea y actual: la aceptación de los presupuestos básicos de la fe y la existencia de Dios, y la corriente que no los acepta o incluso los niega abiertamente.
 
Guillermo de Ockam (1290-1350), discípulo de Escoto, como él, inglés y franciscano, lleva a tal extremo algunas síntesis de su maestro por lo que es condenado por la Iglesia. Ockam retorna a la disputa de los universales y se declara decididamente nominalista. En consecuencia sólo tienen realidad los seres individuales que son el objeto de las ciencias naturales; rechaza el conocimiento abstracto, afirmando el conocimiento intuitivo de la realidad como única forma válida y posible de conocer; este intuicionismo se adelanta y, a la vez, prepara el empirismo moderno. Como su maestro, separa radicalmente la razón y la fe. Sus numerosos seguidores forman la corriente filosófica que se ha llamado nominalismo. Su individualismo y criticismo exacerbado preparan el terreno a la forma de pensamiento que había de dominar en el período siguiente: el renacimiento.
 
La crisis de la filosofía escolástica de ese siglo se describe corrientemente con dos términos: nominalismo, averroísmo latino. El nominalismo, en sentido estricto, consiste en restringir la universalidad a los nombres, Es más bien un conjunto de problemas, una actitud crítica y escéptica ante las aporta­ciones de la escolástica anterior.
El averroísmo latino es la corriente de pensamiento que mayor impulso dio al "nominalismo". Se apoyaba en una interpretación aviceniana de la filosofía de Aristóteles y se inclinaba por separar los argumentos teológicos de los filosóficos.
 
Este estilo de pensamiento tuvo éxito inmediato y se difundió por todas partes. La "vieja" escolástica quedó herida y abandonada.
 
 
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FILOSOFÍA EN EL RENACIMIENTO   (siglos XV y XVI)
 
TEMA: La liberación de la Teología
 
El Renacimiento fue un importante movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental durante los siglos XV y XVI. Fue el inicio del mundo moderno. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también se produjo una renovación en las ciencias. Fue fruto de las ideas del Humanismo Liberal y del Naturalismo, con una nueva concepción del hombre y del mundo.
 
El apelativo «renacimiento» se aplicó originalmente a un regreso a los valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza, tras siglos del predominio de la mentalidad rígida y dogmática de la escolástica de la Edad Media, época que también se llama el oscurantismo. Esta etapa planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con nuevos enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el teocentrismo medieval por el antropocentrismo.
 
Este gran movimiento de ideas ― en que surgen pensadores, científicos y artistas creadores de mentalidad privilegiada y visión integral de la existencia ― puede ser avizorado desde tres puntos de vista: el humanístico, que se refiere principalmente  a las artes; el político, que alude a la desaparición del sistema y del ideario feudal y al filosófico que se libera, se separa, de la Teología.
 
En el humanismo renacentista, el hombre centra toda su actividad, en el hombre como tal, es decir después del aletargamiento medieval el hombre piensa ahora con una libertad de espíritu, que le conduce a la libertad de pensamiento. Lo más característico de esta época es la separación entre lo cívico y lo religioso.
 
En el humanismo renacentista destacaron: Dante Alighieri (1265-1321), Francesco Petrarca (1304-1374), Giovanni Boccaccio (1313-1375), Marsilio  Ficino (1433-1499), Guillaume Budé (1467-1540), Tomás Moro (1478-1535), Juan Luis Vives (1492-1540), Michel de Montaigne (1533-1592), Pico de la Mirandolla (1463-1494) y muchos otros.
 
El naturalismo renacentista valora la naturaleza, la vida sensible y el gozo de la naturaleza. Se comienza a valorar el paisaje y a humanizar el arte. La cultura se va haciendo progresivamente laica e independiente de la autoridad eclesiástica y de los dogmas religiosos. Comienza la independencia del poder político frente a los Papas. Los pensadores más importantes toman partido por la independencia de ambos poderes: la Iglesia y el Estado.
 
En el naturalismo destacaron: Giordano Bruno (1548-1600) con su estudio del universo infinito, Maquiavelo (1469-1527) quien en su obra "El Príncipe", hace un profundo análisis del poder. Es considerado el precursor de la moderna filosofía política y Erasmo de Róterdam (1467-1536) quien en su “Elogio de la Locura” hace una acertada sátira e ingeniosa crítica a la sociedad, a la iglesia y a la escolástica que, dice él, pervirtieron el verdadero sentido del cristianismo.
 
En el terreno de la religión, los factores de desintegración que existían en el seno de la iglesia ya desde el siglo XIV, culminan en la Reforma: surgen las iglesias protestantes y la anglicana. Luego vendría la contrarreforma. En 1184 se inició la Inquisición católica que duraría hasta el siglo XIX.
 
Para Wilhelm Dilthey el Renacimiento es, esencialmente, "la liberación del espíritu de los pueblos modernos por el Humanismo y la Reforma Religiosa",  y presenta, como  aspectos esenciales: una "renovación" o "revaloración" del pensamiento antiguo (Marsilio Ficino y Luis Vives); la iniciación de una "nueva ciencia" del mundo (Nicolás de Cusa, Teofrasto Paracelso y  Giordano Bruno), y el comienzo de una "filosofía de la sociedad" (Maquiavelo, Tomás Moro y Juan Bodin).
 
La filosofía renacentista marcó el paso de la filosofía medieval a la filosofía moderna. Fue caracterizada por un giro humanista en contraste con la filosofía medieval caracterizada por haber tenido siempre a Dios en el centro. En el renacimiento, Dios y el cristianismo dejaron de ser el centro del pensamiento para dar paso al hombre como punto central.
 
Es un período filosófico principalmente crítico, en el que se comienza a cuestionar el dogma religioso como fundamento de la filosofía. Se produce una nueva interpretación de la filosofía griega, dando lugar a nuevas corrientes y a un neoplatonismo que trata de terminar con la tradición escolástica, sus métodos, el principio de autoridad y el modo de razonar.
 
La filosofía renacentista no tiene la originalidad ni la solidez de la filosofía medieval anterior ni de la moderna posterior, solamente se le reconoce el mérito de haber recuperado planteamientos de la antigüedad, renovando el panorama filosófico general, pero sin aportar un sistema original.
 
Paralelamente a estos movimientos filosóficos se desarrolla un movimiento científico que inicia el desarrollo ascendente de la ciencia moderna. La ciencia en este período resalta porque elimina los supuestos teológicos que predominaron durante la Edad Media.
Los más representativos personajes son:
 
·       Leonardo da Vinci (1452-1519); quien abrió el camino a la ciencia de la naturaleza. Considero el Arte y la Ciencia como dirigidos a un único fin: el conocimiento de la naturaleza. Fue filósofo, pintor, poeta, científico e inventor,
·       Nicolás Copérnico (1473-1453), planteó el sistema heliocéntrico del mundo, cambiando los argumentos geo-centristas de Tolomeo,
·       Galileo Galilei (1564-1642), construyó el primer telescopio e investigó el cielo, distinguió los planetas, sus satélites y cantidades de estrellas, además de las manchas solares,
·       Kepler (1571-1628), configuró el último paso elipsoidal al sistema solar y
·       Francisco Bacon (1561-1626) renueva los métodos de las ciencias.
 
Los avances de la metodología dan un gran impulso a las ciencias experimentales que progresan con gran rapidez y seguras de sí mismas; sus logros, insospechados hasta entonces, fascinan a los espíritus inquietos de la época. Las maravillas de la ciencia cautivaron también a los filósofos, quienes intentarán los mismos métodos en sus especulaciones esperando parecidos resultados.
 
Así se llega a la filosofía moderna, que comienza con el racionalismo cartesiano.
 
 
Referencias:
http://filosofiadelacruz.blogspot.cl
http://www.banrepcultural.org
http://es.slideshare.net/
http://eudoroterrones.blogspot.cl/
 
 
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FILOSOFÍA MODERNA (siglo XVI al XVIII)
 
TEMAS: Racionalismo, Empirismo, Ilustración, Criticismo, Idealismo, Positivismo, Utilitarismo
 
El Renacimiento preparó las bases de la Filosofía Moderna, la que se inicia con dos movimientos paralelos, el racionalismo y el empirismo. Ambos surgen como consecuencia del espíritu científico despertado en el Renacimiento. Los filósofos fascinados también por la claridad y exactitud de las matemáticas, con Descartes a la cabeza, tratan de aplicar los principios y métodos matemáticos a su filosofía. Nace así el racionalismo que será continuado por Malebranche, Spinoza y Leibniz.
 
Los filósofos, cautivos por los métodos experimentales de las ciencias y por su progreso, intentan una filosofía experimental y práctica que origina el empirismo primero y el utilitarismo más tarde.
 
Como contraste con la filosofía de épocas anteriores se cambia el centro del quehacer filosófico. La filosofía antigua y medieval arranca de la pregunta por el ser de las cosas; la filosofía moderna centra sus inquietudes en el problema del conocimiento. Su pregunta fundamental es: ¿Cómo conocemos las cosas? y ¿Hasta qué punto podemos estar seguros de nuestros conocimientos? Por ello podríamos calificar las etapas anteriores como ontológicas o metafísicas y la moderna como gnoseológica o epistemológica.
 
Ambos movimientos abandonan la abstracción como proceso de conocimiento y se fundan en la intuición. Su discrepancia radica en que el racionalismo postula una intuición racional y el empirismo muestra sus preferencias por la intuición sensible. Por esta razón mientras el racionalismo pretende ser principalmente metafísico, el empirismo se inclina más por lo psicológico.
 
El racionalismo y el empirismo paralelos y hasta cierto punto contrapuestos, desembocan ambos en el siglo XVIII dando lugar a un amplio movimiento que se extiende por toda Europa y se conoce con el nombre de Ilustración. No constituye un sistema filosófico propiamente dicho sino más bien un ambiente cultural cuyo intento es el de "ilustrar" y difundir los conocimientos logrados sobre todos los aspectos de la realidad. La ilustración dejando de lado todas las demás fuentes de conocimiento, sólo cree en la razón humana. Wolff, Voltaire, Condillac son, entre otros muchos, algunos de los hombres representativos de este período.
 
La síntesis de los movimientos racionalista y empirista no será realmente intentada sino hasta la obra crítica de Kant, quien notando la insuficiencia e ineficacia de los métodos seguidos por racionalistas y empiristas en pos del verdadero conocimiento, intentará un nuevo procedimiento. Hasta ahora en todo conocimiento jugaba un papel predominante el objeto de dicho conocimiento. Kant da un vuelco, poniendo como centro de todo conocimiento al sujeto y olvidándose del objeto. El hombre, el yo, el sujeto se convierte  en el centro de todo quehacer filosófico. Por este camino llega Kant a construir todo un sistema filosófico que se ha denominado idealismo trascendental.
 
La filosofía de Kant llevada a sus últimas consecuencias dio origen al idealismo moderno que llega a su culminación con Hegel. Esta filosofía se caracteriza por la elaboración de grandes sistemas, perfectamente organizados a partir del sujeto y en torno a él. Los excesos idealistas de la filosofía alemana originan una fuerte reacción impuesta por numerosas exigencias de la naturaleza y de la vida humana que se desarrollan al margen de la racionalidad y que no por ello dejan de ser menos importantes para el individuo.
 
El desarrollo de la filosofía hegeliana, aplicada a la religión y al hombre, torna dos caminos dispares y opuestos que se conocen como derecha e izquierda hegelianas. La derecha pretenderá una coincidencia entre Hegel y la religión, mientras que la izquierda la niega en absoluto.
 
La izquierda hegeliana, de gran importancia histórica, desemboca en el materialismo moderno, a través de los trabajos y las tesis de Feuerbach, Marx y otros filósofos. Esta corriente aplicada a las ciencias dará origen al materialismo científico y puesta en práctica en el terreno de lo político y social llega hasta nuestros días con el moderno socialismo materialista y el comunismo.
 
Casi al mismo tiempo que el materialismo se desarrolla otra corriente filosófica que, llevando a sus últimas consecuencias los postulados del empirismo, niega toda posibilidad de conocimiento intelectual; para ella sólo es posible el conocimiento sensible y "positivo", de donde recibe el nombre de positivismo. El movimiento es en sí muy heterogéneo y se agrupan bajo este nombre filósofos tan dispares como Comte, al que se le considera el fundador, Bentham, Stuart-Mill, Darwin, Spencer, etc. El positivismo, como toda corriente unilateral y extremista, origina una fuerte reacción en contra, representada por la llamada escuela escocesa con Reid y Steward y otros filósofos.
 
Con el positivismo llegamos a la mitad del siglo XIX y al fin de lo que se ha llamado la filosofía moderna. Tratemos ahora por separado las corrientes y filósofos más representativos de la filosofía moderna.
 
RACIONALISMO
 
La crisis de los sistemas filosóficos de la escolástica medieval y la influencia de los progresos científicos del Renacimiento dan origen a la nueva filosofía: el racionalismo. Es la corriente filosófica que concede la primacía a la razón y constituye la última respuesta al problema medieval de la razón y la fe. La razón se alza con el predominio absoluto e intenta traducir toda la realidad a fórmulas racionales, es decir a matemáticas, que es para ellos la ciencia racional por excelencia. Sus grandes representantes son a la vez insignes matemáticos. Descartes descubre la geometría analítica, Leibniz el cálculo infinitesimal y Spinoza intenta una ética demostrada de modo geométrico.
 
Renato Descartes (1596-1650). Nace en Turena (Francia), se educa con los jesuitas y muy pronto muestra sus preferencias por las matemáticas. Se dedica a la carrera militar, lo que le permite recorrer y conocer diversos países europeos. Cansado de la vida militar se retira a Holanda, donde comienza su actividad filosófica. A diferencia de la mayoría de los filósofos anteriores, Descartes no enseña directamente en ningún centro; su obra se divulga a través de sus escritos, especialmente de su abundante correspondencia con la mayoría de los pensadores de su tiempo: es el filósofo del mundo elegante y aristocrático europeo. Esto explica la invitación de la reina Cristina de Suecia a Estocolmo, cuyo clima excesivamente rudo le ocasiona su muerte. Entre sus obras debemos citar: Reglas para la dirección del espíritu, Discurso del método. Meditaciones metafísicas. Principios de filosofía y Tratado de las pasiones del alma.
 
El enfoque de la filosofía cartesiana es principalmente gnoseológico: se trata de resolver el problema del conocimiento y establecer la filosofía como ciencia exacta.
 
La duda metódica: Para reconocer qué verdades pueden ser admitidas como tales. Descartes comienza por dudar de todas. Con esta duda no pretende imitar a los escépticos, que dudan de todo por sistema, sino obligarse a sí mismo a un estudio minucioso hasta encontrar una verdad o principio del cual no pueda dudarse. Por eso la duda cartesiana es metódica y universal. Este principio es para Descartes el "pienso, luego existo" (cogito ergo sum). Esta verdad es tan firme y segura que no es posible dudar de ella, porque se nos manifiesta clara y distinta. Claridad y distinción son los criterios de verdad.
 
Existencia de Dios: Con este criterio de verdad sólo podemos estar seguros de nuestros contenidos de conciencia, pero no de la existencia del mundo exterior. Para establecer el conocimiento del mundo externo, Descartes recurre a Dios, cuya existencia demuestra por el argumento ontológico. Como Dios es absolutamente veraz, no puede darnos unos sentidos para que nos engañen.
 
Metafísica: Resuelto el problema del conocimiento y justificado por el método, está en condiciones de elaborar una metafísica que fundamente el resto de la filosofía y de la ciencia. Encuentra que el mundo de los seres está constituido por tres realidades o sustancias distintas e irreducibles entre sí, a saber: el yo, cuya nota esencial es ser pensante y la llama "res cogitans"; el mundo corpóreo exterior delimitado por la extensión y que denomina "res extensa"; por encima del mundo finito, formado por la res cogitans y la res extensa, se encuentra otra realidad sin límites ni extensión, Dios, al que llama "res infinita".
 
El hombre: Para Descartes el hombre está compuesto por dos sustancias completas y distintas: el cuerpo y el alma. Estas sustancias se hallan unidas accidentalmente y el alma está localizada en la glándula pineal, por donde recibe el influjo del cuerpo y a través de la cual ejerce su influencia sobre éste. La filosofía cartesiana tuvo una gran discusión en los medios culturales de la época y sus repercusiones se dejan sentir hasta nuestros días.
 
Nicolás Malebranche (1638-1715). Sus dos teorías más importantes son el ontologismo, según el cual lo primero que el hombre conoce es a Dios y a través de Dios conoce las demás cosas, y el ocasionalismo donde afirma que los seres no son causas eficientes sino meras ocasiones para la actuación de Dios. Es un hombre profundamente religioso. Su obra más conocida es Investigación de la verdad.
 
Benito Spinoza (1632-1677). Judío de ascendencia ibérica, nace en Amsterdam. Expulsado de la sinagoga se convierte en un hombre solitario y de vida extremadamente austera. Para Spinoza no existe más que una sola sustancia. Dios, con dos atributos fundamentales: el pensamiento y la extensión. Por modificaciones del pensamiento divino aparecen las almas y por modificaciones de la extensión divina surgen los cuerpos, con lo que llega a un panteísmo, ya que todo es Dios. Su obra fundamental es Ética demostrada según el modo geométrico.
 
Guillermo Leibniz (1646-1716). Con su filosofía trata de tender un lazo de unión con la filosofía medieval. Al sistema de Leibniz se le llama dinamismo pluralista, porque admite la existencia de infinitas sustancias -las mónadas-, que son puntos de fuerza o principios de energía. Las mónadas son entes cerrados sobre sí mismos y en diversas agrupaciones constituyen todos los seres del mundo real. Las mónadas son directamente creadas por Dios y sólo pueden perecer si éste las aniquila. Al ser las mónadas unidades cerradas no podrían establecer relaciones entre sí, lo que contradice la realidad. Para salvar este problema Leibniz recurre a la "armonía preestablecida", según la cual Dios, desde toda la eternidad, ha dispuesto que los actos y representaciones de unas mónadas correspondan exactamente con los de las otras, como se corresponden entre sí dos relojes perfectamente sincronizados, aunque entre ellos no hay ninguna relación directa. De la misma manera explica la relación entre cuerpo y alma en el hombre.
 
Otros pensadores más o menos relacionados con los anteriores son Bossuet, Fenelon y Pascal.
 
EMPIRISMO
 
El mismo término "empirismo" alude con toda claridad al intento de fundamentar todo conocimiento en la experiencia. Para los empiristas la experiencia sensible es el único principio del conocimiento. Corriente de pensamiento típicamente inglesa en su origen, en su desarrollo y en su culminación con el utilitarismo, por su valoración absoluta de la experimentación, constituyó un poderoso impulso para el avance de las ciencias. Al hablar del Renacimiento mencionamos a Bacon, a quien se considera como su precursor; trataremos ahora a los más eximios representantes del empirismo.
 
Tomás Hobbes (1588-1679). Comienza por estudiar el problema de las sustancias y llega a la conclusión de que el valor de este concepto no tiene consistencia; la sustancia es lo que queda más allá de la sensación y que sirve únicamente para hacer posible la ciencia. El mundo real está constituido únicamente por seres materiales. Al negar la existencia del espíritu la filosofía de Hobbes desemboca en un materialismo total. En política Hobbes es consecuente con su filosofía. El hombre es un lobo para el hombre. La vida humana es una lucha de todos contra todos. El hombre es esencialmente antisocial. Para protegerse mutuamente, por puro egoísmo, los hombres hacen un pacto de sujetarse a determinadas leyes, surgiendo así el Estado, al que Hobbes da el nombre de la bestia bíblica Leviathan. Sus obras principales son: Elementos de filosofía y Leviathan.
 
John Locke (1632-1704). Divide la filosofía en tres partes, cada una de las cuales tiene su objeto propio: la física o filosofía natural que trata del conocimiento de las cosas; la práctica o ética que estudia las acciones, especialmente la justicia y rectitud de las mismas, y la lógica o doctrina de los signos que estudia el valor de los signos empleados para transmitir el conocimiento. El conocimiento se inicia en los sentidos y allí concluye. Las ideas son meras representaciones sensibles. Las ideas que se adquieren por un sólo sentido corresponden a cualidades secundarias, las que se adquieren por varios sentidos corresponden a cualidades primarias. Las cualidades secundarias no existen puesto que son meras apreciaciones subjetivas. En política se inclina por el asociacionismo que lleva al estado liberal fundado en la soberanía popular. Sus obras son Ensayo sobre el entendimiento humano. Cartas sobre la tolerancia. Tratado sobre el gobierno civil y Pensamientos sobre educación.
 
Jorge Berkeley (1685-1753). La filosofía de Berkeley pretende sobre todo evitar el escepticismo que amenaza con ahogar toda la filosofía racionalista y empirista. Pero en vez de lograrlo, su filosofía termina en la negación de las sustancias materiales. Para él el ser de las cosas se reduce a una representación del espíritu, según su principio fundamental de que "ser es ser percibido". Sólo existen realmente las sustancias espirituales. Para Berkeley la ciencia queda reducida a lo sensible y su estudio se limita a las leyes y procesos materiales; en cambio la filosofía se ocupa únicamente de las sustancias y de las causas cuya característica principal es el no ser materiales o, dicho de otro modo, ser espirituales. De aquí que su filosofía se haya llamado espiritualismo. Sus obras son Nuevos ensayos sobre una teoría de la visión. Tres diálogos entre Hylas y Filónos y Tratado sobre los principios del conocimiento humano, la principal.
 
David Hume (1711-1776). Con Hume las teorías empiristas son llevadas hasta sus últimas consecuencias. Para él el hombre es un conjunto de sensaciones renovadas continuamente. No sólo la filosofía sino también los principios científicos se resuelven en meras ficciones psicológicas. Ahora bien, estas sensaciones son cambiantes, no permanecen las mismas sino que se suceden unas a otras continuamente. Son, por lo mismo, todo lo contrario de la sustancia, que es lo que está por debajo, lo que permanece. Como conclusión lógica Hume niega la existencia de toda sustancia tanto material como espiritual.
 
El otro concepto fundamental de la física, la causa, es también negada por Hume. La secuencia real entre causa y efecto no es nunca "experimentable"; por consiguiente no existe. Lo que percibimos es simplemente una sucesión temporal, la causa es lo que está antes del efecto y nada más. Con esto, Hume consigue desbaratar toda noción y valor del principio, y por consiguiente niega la posibilidad no sólo de la filosofía, sino también de la ciencia. Es decir, llega a un escepticismo no sólo metafísico, sino también científico. Sus obras son Tratado sobre la naturaleza humana, Investigación sobre el entendimiento humano, Investigación sobre los principios de la moral. Diálogo sobre la religión natural.
 
ILUSTRACIÓN
 
El movimiento conocido con el nombre de "Ilustración" coincide en general con el siglo XVIII, el llamado siglo de las luces. Los autores suelen fijar su duración entre la revolución inglesa de 1688 y la revolución francesa en 1789. No deja de ser significativa esta posición de la Ilustración entre dos revoluciones, ambas de marcado carácter político-liberal, pues ésos han de ser también los distintivos de esta cultura ilustrada. Este movimiento influye en toda Europa y bajo él se cobijan filósofos o autores completamente distintos en los temas y en su tratamiento. Por esta razón tratamos de dar una visión general, esquemática de la época.
 
Las características generales podemos resumirlas diciendo que la Ilustración es: Cientista, en cuanto que se entiende a sí misma como una etapa de estudio y desarrollo de la ciencia. Enciclopedista, en cuanto que pensaron en resumir y codificar todos los saberes logrados hasta entonces y difundirlos lo más posible, por una parte y en cuanto que los hombres dedicados a estas tareas, no pretendían, como hoy, ser especialistas en determinado tipo de conocimiento sino que pretendían estar al tanto de todos los saberes, convirtiéndose ellos mismos en enciclopedias ambulantes. Secularista, en cuanto se desarrolla una cultura totalmente al margen de la religión cristiana, cuando no contra ella. No reniega de Dios, pero sí se enfrenta con todas las instituciones e iglesias que orientan y regulan la vida religiosa. Engreída, en cuanto que se llevó la valoración de la razón hasta la idolatría. Sólo la razón cuenta, sólo ella nos puede orientar, sólo a través de ella se puede conocer. Independiente, como consecuencia de lo anterior y en cuanto que el hombre se libera de toda autoridad religiosa, científica o filosófica anterior, para atreverse a pensar y juzgar por sí mismo.
 Los temas más frecuentes y más extensamente tratados durante este período son: La razón como instrumento único y adecuado del conocimiento. La naturaleza como recurso explicativo de todas las cosas, ya que no podían acudir a ninguna autoridad, como hemos dicho anteriormente. El progreso como fruto de los nuevos métodos de la ciencia y como objetivo de todos sus esfuerzos; progreso que originó un desmedido optimismo cultural, pues creyeron haber llegado a descubrir los auténticos caminos y métodos de la razón que les permitirán descifrar todos los enigmas y misterios. Y por fin, el hombre como sujeto de esa razón, dominador de la naturaleza y gestor único del progreso.
 
Podemos intentar agrupar a los principales, autores de la siguiente forma. La atención a los problemas religiosos forjó una religión naturalista y racionalista cuyos principales exponentes serían Voltaire y los deístas. El conocimiento fue el objeto de estudio de la escuela escocesa del sentido común con Reid y Stewart y del sensualismo de Condillac. El estudio del hombre dio lugar a la psicología asociacionista de Hartley y Priestley y a la psicología analítica de Sulzer y Tenens. La filosofía de la naturaleza desembocó en un acusado materialismo con La Metrie y Holbach. En moral y política sobresale Rousseau. En la filosofía de la historia podemos mencionar a Vico y Montesquieu. En España sobresale la figura de Feijoo, que en su obra Teatro crítico universal combate prejuicios y errores, divulgando la nueva cultura, pero manteniendo el respeto por los dogmas y auténticos valores religiosos.
 
Juan Jacobo Rousseau (1712-1778). Es, tal vez, el pensador más importante de esta época. Entre sus ideas pedagógicas, políticas y religiosas sobresale su teoría de la sociedad. La sociedad humana ha recorrido tres estadios sucesivos que llama estados. El primero es el estado natural, en el que los hombres son libres e iguales, es respetada su intimidad y son naturalmente buenos. A este estado paradisíaco sucede el estado social donde las cosas cambian esencialmente, llegando a ser la negación total del estado primitivo. Los hombres no son libres, hay diferencias sociales y de todo género, han perdido su soledad y su intimidad ha sido violada. La paz en que vivían ha sido perturbada por una lucha cruel para satisfacer sus necesidades y defender sus derechos. Como remedio a esta situación, Rousseau propone un nuevo estado, el del contrato social, una forma de asociación que en lugar de acabar con los privilegios del hombre natural permita su realización y asegure su cumplimiento.
Sus obras son: Discurso de las ciencias y las artes. Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres, Emilio, Contrato social. Confesiones, Julia o la nueva Eloísa.
 
CRITICISMO
 
Manuel Kant (1724-1804). Las tesis y conclusiones del racionalismo y del empirismo divulgadas, pero también difuminadas, por la Ilustración sirven de base para la filosofía crítica de Kant. Nace y muere en la ciudad de Königsberg (Alemania), donde pasa la mayor parte de su vida y en cuya universidad se dedica a la docencia. Hombre de una formación religiosa esmerada, cultiva casi todos los conocimientos de su época, siendo en este sentido un auténtico enciclopedista.
 
La filosofía kantiana arranca de la contraposición del racionalismo y del empirismo. Formado en el racionalismo, la doctrina empirista le hace dudar del poder de la razón, para alcanzar un verdadero conocimiento. La filosofía moderna se había desentendido del ser y había centrado sus pesquisas en torno al conocimiento; el racionalismo, negando el valor de la experiencia y colocando la razón como única fuente de conocimiento; el empirismo, negando la actividad propia del entendimiento y poniendo la experiencia como única forma de llegar al conocimiento de la verdad. Pero ambos conciben aún el conocimiento como una propiedad del sujeto determinada por el objeto. El objeto condiciona el conocimiento sin que el conocimiento del sujeto modifique en nada el ser del objeto.
 
Kant revoluciona la filosofía invirtiendo los términos; el sujeto se constituye en el centro de la realidad como norma de la experiencia y hace que la realidad de los objetos se rija por el conocimiento; como centro de la realidad, el sujeto se convierte en centro de toda la problemática filosófica. La perspectiva cambia radicalmente. No es que las cosas y sus relaciones coincidan con nuestras ideas, sino que el orden y la relación entre las cosas son formados y regulados por nuestras ideas. El pensamiento humano impone sus propias leyes a la naturaleza.
 
Desde estos presupuestos Kant se fija tres objetivos en su trabajo filosófico. El primero es fundamentar la posibilidad de la ciencia y la imposibilidad de la metafísica; el segundo fundar una moral autónoma; el tercero conciliar la necesidad que domina el mundo de la naturaleza con la libertad del ámbito de la moralidad. Esta tarea la realiza en cada una de las partes de su trilogía crítica.
 
Crítica de la razón pura: En esta obra Kant desarrolla el primer objetivo de su filosofía. Comienza con el estudio de los juicios. Hay dos clases de juicios: analíticos en los que el predicado se encuentra contenido en el sujeto y sintéticos en los que el predicado no se encuentra contenido en el sujeto. Los juicios sintéticos, a su vez, se dividen en dos clases: "a priori" que son independientes de la experiencia y "a posterior!" que dependen de ella. Los juicios analíticos no amplían nuestro conocimiento y los juicios sintéticos a posteriori no son ni necesarios ni universales puesto que al depender de la experiencia concreta se reducen a meras impresiones subjetivas. En consecuencia la ciencia es posible únicamente mediante los juicios sintéticos a priori.
 
En los juicios Kant distingue dos elementos a los que llama materia y forma. La materia son los datos que nos proporciona la experiencia sensible y que son imprecisos y desordenados. La forma es la actividad del sujeto para ordenar los datos de la experiencia. Esta actividad del sujeto para conocer se realiza mediante tres facultades: la sensibilidad, el entendimiento y la razón.
La sensibilidad recibe los datos de la experiencia como una primera ordenación en tiempo y espacio. El entendimiento realiza los juicios mediante las categorías. Estas son elaboradas a partir de las clases de juicios así: por la cantidad los juicios pueden ser universales, particulares y singulares; por la cualidad hay juicios afirmativos, negativos e infinitos; por la relación: categóricos, hipotéticos y disyuntivos; por la modalidad: problemáticos, asertóricos y apodícticos. De todos estos juicios obtiene Kant los conceptos puros del entendimiento o categorías. De la cualidad surgen la realidad, la negación y la limitación. De la relación salen la sustancia, la causalidad y la comunidad. De la modalidad deduce la posibilidad, la existencia y la necesidad. Mediante la aplicación de estas categorías a los fenómenos o datos de la experiencia Kant construye la física. Con sus conceptos de materia y forma y las categorías de unidad y necesidad elabora la matemática.
 
A estas ciencias las llama Analítica trascendental y Estética trascendental. Por esta razón su filosofía se ha llamado también idealismo trascendental. Demostrada la posibilidad y la validez de la ciencia en la física y matemática, Kant aborda el problema de la filosofía en su Dialéctica trascendental. De las tres facultades de conocer, la sensibilidad y el entendimiento trabajan con datos concretos de la experiencia. La razón, en cambio, se refiere a objetivos no verificables por la experiencia que Kant reduce a tres: Dios, el alma y el mundo como totalidad. Al no ser objeto de experiencia, no son conocibles científicamente puesto que les faltaría la materia, absolutamente necesaria para que haya objetividad. Con esto Kant no niega la existencia de Dios o el alma, pero afirma la imposibilidad de su conocimiento científico. En consecuencia niega la posibilidad de la metafísica como ciencia.
 
Resumiendo, mediante su teoría de los juicios y las categorías, Kant afirma la posibilidad y la validez de la ciencia y niega estas mismas propiedades a la metafísica.
 
Crítica de la razón práctica: Junto al conocimiento especulativo coloca Kant un conocimiento práctico y en consecuencia junto a la razón pura está la razón práctica. La razón práctica es para Kant el equivalente de la voluntad y sobre ella montará su teoría moral. Parte de un supuesto, dado por cierto e indiscutible, que llama "hecho de razón". Este supuesto es "la existencia de una ley moral con valor universal". Junto a esta ley universal existen otros principios morales subjetivos que llama máximas y que sólo tienen valor para cada sujeto. Distingue dos clases de leyes o "imperativos". El imperativo hipotético en el cual la determinación de la voluntad se mueve por algo que está fuera de ella como puede ser el fin, la felicidad, Dios, etc. Esta es una moral heterónoma, porque el imperativo viene de fuera de la voluntad. En el imperativo categórico la determinación de la voluntad se lleva a cabo por la voluntad misma, sin que le venga impuesta desde afuera; por eso la llama moral autónoma.
 
El hecho de que en el imperativo categórico la voluntad universal se determine por sí misma, da por supuesta la libertad. Pero como esta determinación siempre debe ser guiada por unos criterios, Kant establece el concepto de "lo bueno y lo malo" que debe ser determinado por la ley moral. Así llega Kant a una moral formalista y autónoma que se puede resumir así: "Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre, al mismo tiempo, como principio de una legislación universal".
 
El mantenimiento del orden moral sólo es posible si se garantiza una adecuada remuneración; como esta adecuada remuneración no se da en esta vida, Kant postula la inmortalidad del alma. Como la adecuada remuneración y la inmortalidad del alma no pueden explicarse ni tienen consistencia sin Dios, postula, también, su existencia. Tenemos así los famosos tres "postulados" de la razón práctica: la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.
 
Crítica del juicio: Kant considera el juicio como un vínculo entre la razón pura y la razón práctica. En la crítica del juicio establece la conexión entre los fenómenos físicos y la existencia de la libertad y del orden moral. La realización del orden moral mediante el cumplimiento del imperativo categórico implica unos medios, que son los seres de la naturaleza. El mundo aparece así como el medio para que el hombre realice el orden moral. Pero como este orden moral sólo puede garantizarse por la existencia de Dios, aparece, al final del edificio moral de Kant, el espíritu divino como la razón que crea la formas y el contenido del mundo.
 
De su inmensa producción señalamos las siguientes obras: El único argumento para la demostración de la existencia de Dios, Formas y principios del mundo sensible e inteligible. Crítica de la razón pura. Crítica de la razón práctica. Crítica del juicio, Prologómenos a toda metafísica futura que quiera presentarse como ciencia, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Lecciones de lógica.
 
IDEALISMO
 
Se entiende por idealismo todo sistema filosófico que reduce el ser a la idea y la realidad al pensamiento. Para los idealistas las cosas no poseen realidad alguna por sí misma, sino que son simples ideas. Kant con su filosofía trascendental intentó superar los errores y lagunas del racionalismo y del empirismo y reunió en una nueva síntesis la verdad de ambos. Aunque él intentó probar que toda metafísica como ciencia del ser es imposible, sus tres seguidores inmediatos construyen grandes y rigurosos sistemas filosóficos de una metafísica idealista y dogmática. Constituye el llamado idealismo alemán y sus nombres son Fichte, Schelling y Hegel.
 
Todos ellos coinciden al menos en los cuatro puntos siguientes. Primero, parten del criticismo kantiano tratando de subsanar sus deficiencias y de sistematizar con más rigor. Segundo, aceptan plenamente y con todas sus consecuencias el principio racionalista de que "ser equivale a ser pensado". Tercero, llegan en sus últimas consecuencias a negar la realidad de las cosas singulares, es decir, a un idealismo total y a afirmar la existencia de un único ser absoluto, es decir, al panteísmo. Cuarto, todos ellos ejercen una gran influencia no sólo sobre la filosofía sino también sobre la ciencia.
 
Pero dentro de estas características generales, cada uno de estos filósofos trata de construir su sistema según sus criterios personales y su propia interpretación de la obra de Kant. Así Johann Fichte (1762-1814) se apoya en la teoría kantiana de la unidad trascendental de la conciencia y llega a una conciencia absoluta, un yo absoluto como origen de todas las cosas pero limitado por la naturaleza, que no es sino mera apariencia.
 
Friedrich Schelling (1775-1854) trata de salvar la naturaleza incorporándola al mundo ideal y por ello concibe el absoluto, no como un Yo, no como una conciencia universal, sino como una indeterminada unidad del orden real con el orden ideal. Para Hegel el principio supremo no puede ser algo indeterminado sino que tiene que ser algo espiritual, una idea absoluta. Así resulta que el idealismo de Fichte es subjetivo, el de Schelling es objetivo y el de Hegel es absoluto.
 
Jorge Guillermo Federico Hegel (1770-1831). Nace en Stuttgart (Alemania) y muere en Berlín. Realiza los estudios en su ciudad natal y los completa en Tubinga donde conoce a Schelling y a Hölderling, con quienes sostiene una profunda amistad. Se dedica a la docencia, consiguiendo una cátedra en Jena que pierde con la invasión napoleónica. Se dedica al periodismo y más tarde es llamado por la Universidad de Berlín, donde ejerce como profesor hasta su muerte.
 
La dialéctica: Hegel advierte el problema de los dualismos que se viene discutiendo a lo largo de toda la historia del pensamiento occidental y piensa que hay que superarlo de una vez por todas. Lo subjetivo y lo objetivo, lo real y lo ideal, Dios y el mundo son realidades que aparecen como contrapuestas y no permiten crear un sistema unitario que englobe a todo lo existente. Piensa que la única forma de superar esta situación es concebir a Dios como un ser en proceso que se manifiesta en el mundo y el mundo en su devenir se eleva hacia Dios. Este proceso se realiza en tres etapas que se corresponden con su método dialéctico. Lo absoluto o la idea, en sí considerado y cuyo estudio corresponde a la lógica, se presenta como "la tesis". La exteriorización de la idea constituye la naturaleza que resulta distinta y opuesta a la idea y como tal es la "antítesis". El mundo de la naturaleza en su proceso ascensional trata de reintegrarse en el espíritu en la "síntesis". La síntesis es la superación de la tesis para un nuevo proceso. Así crea su método dialéctico que, aunque no es completamente original, sí corresponde a Hegel su explicitación y su sistematización.
 
La lógica: Estudia la idea, que es Dios en sí mismo antes de manifestarse o exteriorizarse. Todo su sistema se reduce al desarrollo conceptual de la idea que es al mismo tiempo su desarrollo real, según el principio fundamental de su filosofía: "todo lo racional es real, todo lo real es racional". El ser lo es por ser pensado y conocido en sí; la consistencia del ser depende de su conocimiento, con lo que la lógica se constituye en ciencia del ser u ontología; y, si se quiere, la lógica es una teodicea ya que como ciencia de la "idea en sí" se convierte en una explicación de la Idea, es decir, de Dios. Hegel divide su lógica en tres partes que corresponden a las tres etapas de su método dialéctico: teoría del ser, teoría de la esencia y teoría del concepto. Cada una de éstas se desarrolla en sucesivas divisiones tripartitas para realizar un análisis riguroso y exhaustivo de la Idea.
 
Filosofía de la naturaleza: La Idea hegeliana, siguiendo el método dialéctico, llega a ponerse fuera de sí misma, y, entonces, se hace naturaleza. Comienza aquí la segunda parcela del saber absoluto. La filosofía de la naturaleza es, pues, la ciencia de la Idea en su exteriorización o manifestación. Los estados de la naturaleza son tres para Hegel: mecánico, físico y orgánico. Comparada con la lógica y la filosofía del espíritu, la teoría de Hegel sobre la naturaleza es realmente pobre y muy poco elaborada.
 
Filosofía del espíritu: De la evolución de la naturaleza surge el espíritu como una síntesis de los dos momentos anteriores. El espíritu se desarrolla a su vez en tres fases. En la primera, el espíritu subjetivo surge de la naturaleza mediante un proceso en tres actos: alma, conciencia y espíritu. Se trata del espíritu tal y como aparece de la naturaleza orgánica, es decir, se trata del hombre, cuyo atributo fundamental es su libertad individual. En la segunda, el espíritu objetivo surge de la contraposición del espíritu subjetivo con el resto de la naturaleza. La libertad individual, que constituye el espíritu subjetivo, necesita para su realización de una realidad exterior, material y espiritual. Esta realidad se ofrece al espíritu subjetivo en tres momentos: derecho, moralidad y eticidad. En el desarrollo del espíritu objetivo llega Hegel a su teoría del Estado, que constituye su máximo desarrollo y expresión. Como conjunto de todas las libertades individuales, el Estado se convierte en un absoluto, en un fin en sí mismo. Esta concepción absoluta del Estado se plasmará políticamente en el nazismo alemán y en el comunismo ruso. En la tercera fase aparece el espíritu absoluto, que representa la síntesis superada del espíritu subjetivo y del espíritu objetivo, que se manifiesta en tres aspectos: el arte, la religión y la filosofía. El arte es la unidad de la naturaleza con el espíritu. La religión representa la vuelta del sujeto al absoluto, es decir, a Dios. La filosofía es la razón que se comprende a sí misma, a lo largo y al final de todo ese proceso dialéctico.
 
Como conclusión podríamos anotar que Hegel construye un sistema, en cierta forma paralelo al pensamiento cristiano, pero con una diferencia fundamental. Lo que para los cristianos es creación, para Hegel es emanación. Para aquellos la naturaleza es obra de Dios y, por lo mismo, distinta de la divinidad. Para Hegel la naturaleza es una emanación, una prolongación de Dios y, por tanto, Dios mismo bajo otro aspecto, lo que lo lleva a un concepto panteísta del mundo.
 
De su gran producción citamos las obras principales: Fenomenología del espíritu. Ciencia de la lógica. Enciclopedia de las ciencias filosóficas, Rasgos fundamentales de la filosofía del derecho. Lecciones sobre la filosofía de la historia universal.
 
Difusión del idealismo: El edificio metafísico idealista iniciado por Kant, construido por Fichte y Schelling y culminado magistralmente por Hegel tuvo numerosos seguidores. Citemos a Krause, por su influencia en España e Hispanoamérica a través de Sanz del Río y Giner de los Ríos. Los seguidores de Hegel se agrupan en tres grupos, escuelas o tendencias: el centro hegeliano, que se dedicó principalmente a la historia de la filosofía, destacando E, Zeller y K. Fischer; la derecha hegeliana, que cultivó especialmente la teología y cuya figura destacada es F. C. Baur, fundador de la escuela de teología de Tubinga; y la izquierda hegeliana que concediendo más importancia al método que a la doctrina se inclinó, sobre todo con K. Marx, hacia el materialismo dialéctico y el comunismo.
 
Revisión del idealismo: El espléndido edificio idealista levantado por Hegel y que parecía perfecto pronto se consideró insuficiente precisamente por ser idealista. Hegel, al dejarse guiar únicamente por sus elucubraciones idealistas, había dejado de lado la realidad concreta y palpitante. Aparecen entonces corrientes y autores que tratan de reivindicar los fueros de la realidad. El criticismo, afincado principalmente en Alemania y representado por Herbart, Beneke y Bolzano, postula un mayor respeto a la realidad y por tanto a la pluralidad en contra del idealismo absoluto y cerrado de Hegel.
 
Arturo Schopenhauer (1788-1860), nacido en Danzig (Alemania), combate el idealismo y en particular a Hegel. Considera que el mundo es voluntad y representación. Como objeto de mutuo entendimiento el mundo es mera representación y cae así en el mismo idealismo que combate. Pero considerado en sí mismo, el mundo es una infinita voluntad insatisfecha y frustrada en un amargo dolor. Para superar esta frustración, Schopenhauer, profundamente influenciado por las filosofías orientales, no ve otro camino que el de suprimir en nosotros la voluntad y deseo de vivir.
 
El tradicionalismo surge como reacción contra el panteísmo idealista, contra la revolución francesa y contra la ilustración, negando que la razón sea suficiente para conocer las verdades fundamentales y los principios morales prácticos. Sus principales representantes son Maistre, Bonald, Lamennais y Donoso Cortés.
 
El espiritualismo, aunque profundamente influenciado por el idealismo, admite la existencia de un Dios trascendente, la actividad inmaterial en el conocimiento, la distinción entre vida animal, humana y del espíritu. Sus figuras más destacadas son Cousin y Maine de Biran. Este se opone a Condillac y aplica su reflexión a su mundo interior donde no haya meras sensaciones o datos pasivos, sino que encuentra la presencia de un "querer" como la expresión fundamental de nuestro yo, que se enfrenta a la resistencia que le ofrece el mundo exterior. Para él el principio de su filosofía es la voluntad; cambia radicalmente el principio cartesiano en este otro: "quiero, luego existo".
 
El ontologismo se inició en Italia con la pretensión de volver a las puras raíces del ser italiano: el catolicismo y la monarquía. Considera a Dios como objeto directo del conocimiento humano, y a través de él podemos conocer las cosas. Acusan influencia de Malebranche y sus representantes son Rosmini y Gioberti.
 
POSITIVISMO
 
En muchos textos encontramos que el origen del positivismo es una reacción contra los excesos de la corriente idealista. Sin negar la influencia de esta actitud nos parece que el positivismo nutre sus raíces más profundas en el empirismo inglés llevándolo hasta sus últimas consecuencias.
 
Aunque las corrientes y filósofos que se clasifican con el nombre de "positivistas" son muy diversos, todos ellos coinciden en negar la posibilidad de la metafísica ya que todos ellos afirman que el único modo de saber, comienza y termina en la experiencia sensible. En cierta forma todo positivismo se resuelve en un materialismo, ya que de negar la posibilidad de un conocimiento puramente intelectual sólo hay un paso a negar esa realidad intelectual y, con mayor razón, a negar toda realidad espiritual. Consecuencia lógica de esta postura es la afirmación de la materia como única realidad existente, es decir, un materialismo absoluto.
 
Otras características comunes, con mayor o menor incidencia en las diversas corrientes y filósofos son las siguientes: seguridad absoluta en la validez de la ciencia; admitir que hay leyes naturales que son absolutamente constantes y necesarias; la uniformidad en las estructuras de la realidad; la continuidad y posibilidad en el paso de una ciencia a otra; y la tendencia generalizada al mecanicismo y a expresar todas las leyes y relaciones en forma matemática.
 
A pesar de las dificultades que ello entraña, trataremos de agrupar las diversas tendencias positivas en las siguientes corrientes, comenzando por su creador.
 
Augusto Comte (1798-1875). Nace en Montpellier (Francia) y muere en París. Discípulo y secretario de Saint-Simón, recibe de éste su preocupación por las cuestiones sociales y cierto sentimiento religioso procedente del tradicionalismo. Hombre introvertido y con desequilibrios mentales, tiene una existencia desgraciada. Su filosofía se condensa en la ley de los tres estadios. Según él, tanto los procesos particulares de la existencia humana como el desarrollo de la historia universal se encuentran sometidos a este proceso. El primer estadio es el teológico, en el que la humanidad busca la respuesta a sus interrogantes y la solución de sus problemas en causas o principios personalizados: los dioses. Este estadio representa en filosofía la infancia de la humanidad y se caracteriza por un predominio de la imaginación en el conocimiento y en la sociedad por la preponderancia de los estamentos militar y religioso. El segundo estadio es el metafísico y consiste en buscar los principios en entidades abstractas: causa, sustancia, esencia, etc. Se caracteriza por el dominio de la deducción y por la primacía del orden jurídico. Estos dos estadios son superados por el estadio positivo, que comienza renunciando a todo saber absoluto para atenerse únicamente a los hechos y a sus relaciones. Comte sitúa el surgimiento de este estadio en su época y se caracterizará por el predominio de la observación y la importancia de las relaciones industriales.
 
Las "leyes" cumplen en la filosofía de Comte una doble función: explican los hechos particulares y permiten prever el futuro. Esta previsión permite cierto dominio del futuro. Saber para prever y prever para dominar. La importancia de la ciencia, del saber, radica, pues, en que ella permite el mejoramiento de la sociedad. De todas las ciencias la más importante es la sociología, ya que tiene como objeto directo la sociedad misma, sus principios y sus leyes.
 
La sociedad puede desenvolverse a condición de que exista una sumisión de las voluntades individuales a una autoridad y esto sólo puede lograrse por motivos religiosos. Pero, como Comte rechaza todas las formas de religión por pertenecer al estadio primitivo o teológico, se ve en la necesidad de crear una nueva religión de la que él será su máximo y primer pontífice. Sustituye a Dios por la Humanidad, bajo el nombre de Gran Ser; junto a él coloca el Gran Medio o sea el Universo y el Gran Fetiche, la Tierra. Estas constituyen la trinidad sagrada de la religión positiva cuyo dogma fundamental es: "el amor como principio, el orden como base, y el progreso como fin".
 
Entre sus obras podemos citar: Curso de filosofía positiva, Sistema positivo o tratado de sociología. Discurso sobre el espíritu positivo.
 
Sociologismo: El fracaso de los ideales de la Revolución francesa dio origen a una serie de reformadores sociales que crearon un socialismo utópico, fundado en la idea de la libertad de la persona humana e impulsado por el progreso de la ciencia y de la técnica. El nuevo orden social nacerá del dominio de la naturaleza mediante el conocimiento científico y los adelantos de la técnica. Entre sus principales representantes podemos señalar a Saint-Simon, Fourier, Owen y Proudhon.
 
Materialismo científico: En Alemania el positivismo reviste caracteres fundamentalmente materialistas. Sus representantes pretenden directa o indirectamente liberar al hombre de todos los "prejuicios" metafísicos y religiosos. Por ello su principio fundamental es: sólo existe la materia. Para fundamentar su postura se apoyan en las ciencias y en los resultados de las mismas. Podemos citar a Moleschott, Vogt, Buchner, Crolbe, Haeckel y Laas.
 
Materialismo dialéctico: Ya hemos visto cómo el positivismo, y más concretamente su tendencia socialista, trata de orientar la filosofía hacia cuestiones prácticas en el orden social. Esta tendencia es fundamental en el materialismo dialéctico. La época de la filosofía especulativa se da por terminada y se abre una época en la que la filosofía se propone como tarea, no el esclarecer la realidad sino el dirigirla a un fin práctico y transformarla. Esta tendencia arranca de Hegel en cuanto que toma de él el método dialéctico; pero se le opone en cuanto que niega absolutamente toda realidad que no sea la materia. La aplicación de la dialéctica al orden social dio origen al materialismo histórico, una de cuyas leyes fundamentales es la lucha de clases entre el capitalismo y el proletariado. Los representantes más destacados de esta corriente son Feuerbach, Marx y Engels.
 
Luis Feuerbach (1804-1872). Es el primero en realizar el tránsito del idealismo hegeliano al materialismo. Rechaza la idea de Hegel como algo abstracto que diluye al hombre en lo absoluto arrebatándole su individualidad, alienándolo de sí mismo. Sólo existe la naturaleza, que se explica por sí misma y es eterna. Feuerbach se preocupó del problema religioso. Considera que Dios no es más que un ente imaginario creado por el hombre con todas las perfecciones a las que aspira, pero que no ha podido conseguir, una simple idealización del hombre sin ninguna consistencia ni realidad en sí. Por eso lo rechaza y se vuelve al hombre como único marco de referencia para sí mismo. El hombre es Dios para el hombre. O, como dirá más tarde Marx con toda claridad y sin lugar a tergiversaciones: "La religión de los trabajadores es sin Dios porque busca restaurar la divinidad del hombre". Hegel, en su afirmación del absoluto, desconoce y niega al hombre; Feuerbach, en su exaltación del hombre, niega Dios.
Sus obras: Pensamientos sobre la inmortalidad. La esencia del cristianismo. Lecciones sobre la esencia de la religión.
 
Carlos Marx (1818-1883). Nacido en Tréveris (Alemania) de familia judía, lleva una vida errante hasta que se establece en Londres con su amigo Engels. Feuerbach no consigue superar totalmente el idealismo, puesto que se mantiene en cierto grado de abstracción: el hombre. Marx da un paso adelante; para él no hay más que individuos concretos. El método dialéctico hay que rescatarlo de las conjeturas ideales para aplicarlo a la historia concreta de los hombres.
Para Marx el motivo determinante del proceso histórico del hombre es el económico. Económicamente la humanidad y su historia constituyen un proceso dialéctico que se desarrolla en una tesis, que es el capitalismo, una antítesis, que es el proletariado, y una síntesis, que será el socialismo y a la que se llegará mediante la lucha de clases.
En su teoría política Marx critica el carácter absoluto del Estado hegeliano. Para él la sociedad es lo sustantivo y el Estado lo adjetivo. La propiedad privada, que era la base de la sociedad civil, es considerada por Marx como el vicio principal del Estado moderno. Propone como solución la sociedad comunista, con la propiedad colectiva, en la que hace coincidir el fin del individuo con el bien de la sociedad.
Lo mismo que en Feuerbach, el hombre se aliena creando a Dios y debilitándose a sí mismo; así el trabajador se hace tanto más pobre y dependiente cuanto más produce con su trabajo, ya que el fruto de su esfuerzo pasa a ser beneficio para el capital. La filosofía no puede reducirse a consignar estos hechos sino que debe intervenir para cambiar esta situación, la situación del trabajador. Se impone pues la transformación del orden social.
Esta transformación se realizará a impulsos de la ley interior que la organización actual lleva en sí misma. Interpretando la historia universal según el modelo económico, Marx traza el cuadro de su evolución. La economía de la esclavitud produjo el feudalismo, destruyendo a aquélla; el feudalismo originó la burguesía, que lo superó; la economía burguesa originó el proletariado, que se encargará de destruirla mediante la lucha de clases. El proletariado superará la situación actual creando la sociedad comunista.
Como consecuencia de estas relaciones económicas y para justificarlas han ido apareciendo otras "superestructuras", como la organización social, jurídica, política y religiosa, que no cumplen otra función que la de asegurar, en cada situación, el predominio y la continuidad del orden establecido en beneficio de los que se aprovechan de los frutos del trabajo ajeno.
Como Hegel, el marxismo comete el error de ser infiel a su propio método dialéctico, error consistente en cerrar ese proceso dialéctico en un determinado momento histórico sin justificación suficiente. Si los estadios anteriores de la historia llevan en sí mismos los gérmenes de su propia destrucción; ¿por qué la economía proletaria será la excepción? ¿Por qué no engendrará su propia antítesis como las demás etapas?
 
Sus obras principales son Economía política y Filosofía. El Capital, en colaboración con Federico Engels (1820-1895), Ideología alemana y el Manifiesto del partido comunista.
 
Este materialismo expuesto conjuntamente por Marx y Engels fue adoptado por los organizadores de la revolución rusa en 1917, a la que se debe el establecimiento del comunismo en las Repúblicas Soviéticas y sus aliados. Reformado en parte por Lenin (1870-1924), constituye la filosofía oficial del régimen soviético y se muestra como una teoría cerrada a cualquier innovación, en la que toda especulación se limita a la explicación e interpretación de los textos fundamentales de Marx y Engels. Su identificación con el bloque político soviético hace del marxismo una doctrina que ha merecido la atención de todos los medios filosóficos de la actualidad.
 
Utilitarismo: En Inglaterra el positivismo reviste caracteres particulares; los dos más importantes son su conexión con el empirismo y su preocupación por la moral. La moral deriva hacia el utilitarismo y finalmente hacia el pragmatismo. La moral utilitaria se propone como fin el interés del individuo y de la sociedad; es bueno lo que facilita el progreso y el desarrollo del individuo y de la sociedad y es malo lo que lo retarda. El bien se confunde o identifica con lo útil. Fiel al empirismo rechaza la teoría de las ideas innatas; todos los conocimientos proceden de la experiencia. Asume el concepto de evolución para una explicación de la realidad material y espiritual, del conocimiento y de la moralidad. Sus representantes más importantes son: Stuart Mill (1800-1873) Bentham (1748-1832) y Spencer (1820-1903).
 
 
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FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA (finales del siglo XIX al presente)
 
TEMAS: Renovación de Sistemas, Vitalismo, Fenomenología, Axiología, Ontologismo, Psicologismo,
              Pragmatismo, Marxismo, Estructuralismo, Tecnocratismo, Existencialismo, Personalismo.
 
Usualmente se ha fijado como inicio de la filosofía contemporánea las últimas décadas del siglo XIX. La alusión al siglo anterior es indispensable puesto que la mayoría de las tendencias actuales tienen su origen de una u otra forma en la filosofía del siglo XIX. La filosofía actual es una continuación y expansión de los movimientos y tendencias anteriores. De ahí que los nuevos movimientos que se denominan con el adjetivo ‘neo’.
 
Tan problemático y difícil como marcar límites históricos, resulta el intento de una clasificación por tendencias y corrientes. Su mutua relación e influencia tiene como consecuencia que, en este período, hasta la fecha, no se encuentren filósofos ni filosofías independientes o exentas de marcadas dependencias de otras anteriores o contemporáneas.
 
Se intenta dar a continuación algunas características generales de la filosofía actual, teniendo muy en cuenta que esta caracterización no aplican a todos los filósofos, ni a todas las corrientes. Las características que se anotan sirven sólo para identificar las tendencias generales de la filosofía actual. He aquí las principales.
 
Rasgos intrínsecos o internos:
 
·       Actitud antipositivista, en el sentido de superar la reducción que el positivismo hacía de toda la realidad a la materia y a sus manifestaciones.
·       Realismo, atribuyendo al hombre la capacidad y aptitud para captar directamente el ser.
·       Pluralismo: la mayoría de los filósofos ha superado las posiciones dogmáticas y excluyentes tanto naturalistas como idealistas.
·       Actualismo, el interés de los filósofos se fija más en el devenir que en el ser; dicho de otro modo, se considera a la realidad como dinámica, como haciéndose.
·       Personalismo, rescatando la individualidad del ostracismo a que había sido condenada tanto por el idealismo como por el materialismo. Se concede gran importancia a la persona humana y se la coloca como centro y base en cualquier teoría social o política e incluso filosófica. Este es el rasgo que más claramente distingue a la filosofía actual de su inmediato pasado.
 
Rasgos extrínsecos o externos:
 
·       Especialismo: Los trabajos presentados por los filósofos no son nada sencillos; todos ellos ofrecen terminologías y métodos especializados y en cierto modo "técnicos" dentro de cada corriente o tendencia; tiene la ventaja de un mayor rigor y profundidad en el análisis, pero tiene también el inconveniente de alejar la reflexión filosófica del gran público y relegarla al reducido círculo de los profesionales de la filosofía.
·       Fecundidad: es asombrosa la producción filosófica de los últimos tiempos; para convencerse de ello basta repasar cualquier bibliografía seria. Y no sólo en el aspecto cuantitativo; cualitativamente se van afinando y profundizando los diversos temas y campos del saber filosófico.
·       Dependencia: gracias a la enorme difusión y a los modernos medios de comunicación masivos y mundiales, se ha roto el aislamiento que antiguamente vivían los filósofos. Hoy están al corriente de todas las tendencias y de todas las apreciaciones de los demás, lo que trae consigo un enriquecimiento general y una más amplia perspectiva a la hora de enjuiciar un problema o de presentar una solución. Además, se han hecho normales los congresos, encuestas, reuniones, etc., entre los filósofos, y las revistas especializadas ponen en sus manos una amplia gama de conocimientos y puntos de vista.
 
RENOVACIÓN DE LOS SISTEMAS
 
Pasada la mitad del siglo XIX, cuando reinaba un fuerte materialismo y se despreciaba toda investigación metafísica que intentara profundizar, fue poco a poco abriéndose paso al convencimiento de que era necesaria la vuelta a una filosofía más profunda si se quería superar la crisis provocada por el positivismo y el idealismo.
 
Aparece entonces un movimiento renovador de sistemas filosóficos ya relegados que parten de los mismos grandes principios y presupuestos, que tratados con nuevos métodos llegarán a conclusiones más en consonancia con la situación actual; pero la verdad es que su validez toma su fuerza no del método sino de los principios sobre los que se apoya su reflexión, que son los mismos anteriores, por lo que el progreso filosófico es mínimo. Todos estos movimientos incurren en la incongruencia de querer hacer filosofía no a partir de la realidad, sino de los textos de los filósofos anteriores.
 
Neo kantismo: A pesar de la lucha positivista y materialista, el idealismo sigue cautivando los espíritus y renace con vitalidad a finales de siglo. El neokantismo tomará como punto de arranque el idealismo trascendental de Kant. De la pléyade de seguidores de Kant vamos a destacar dos grupos principales que se reconocen por el lugar de sus respectivas escuelas: La escuela de Marburgo, fundada por Hermann Cohen y la escuela de Baden, fundada por Guillermo Windelband.
 
Neo idealismo: El idealismo absoluto también tiene sus seguidores, quienes como Hegel pretenden reducir la realidad a meras representaciones de la mente. Son numerosas las tendencias del neoidealismo: El inmanentismo de Schuppe; el idealismo crítico de Bernardino Varisco; León Brunschvicg, influido por el positivismo, presta especial atención a las matemáticas; en Inglaterra, Bradley considera que todo conocimiento es contradicción y antitético; en Estados Unidos Josiah Royce pretende salvar la persona humana de su absorción por la idea o el absoluto, en el que influye todo el devenir temporal; en Italia, Benedetto Croce ha sido considerado como la figura cumbre del hegelianismo; italiano también, Giovanni Gentile para quien el espíritu posee las tres formas absolutas de Hegel: arte, religión y filosofía.
 
Neo realismo: Como contraposición a las corrientes idealistas aparece el neorrealismo que concede realidad a los objetos, independientemente del pensamiento. Aunque la realidad exterior no depende del sujeto para su existencia, éste puede llegar a conocerla, aceptando la experiencia como fuente válida del conocimiento. G. E. Moore, es su representante.
 
Bertrand Russel (1872-1970). De noble familia inglesa, defensor a ultranza del pacifismo, obtiene el Nobel de literatura en 1952. En sus comienzos se presenta como el filósofo de la matemática a la que considera como el ideal de la filosofía y como una ciencia puramente deductiva. Influenciado fuertemente por el platonismo admite la existencia real de los universales independientemente de las cosas y del espíritu. Más tarde deriva hacia un "atomismo lógico", en el que el mundo se halla constituido por datos sensibles relacionados entre sí lógicamente. Defiende la separación entre sujeto y objeto en el conocimiento. Su reflexión parte de un principio fundamental, el isomorfismo, según el cual toda proposición en sus elementos simples, tiene que estar relacionada con unidades dadas en la experiencia. Esta correspondencia entre la realidad y las estructuras lógicas del entendimiento hace posible el cono-cimiento. Russell ha ejercido una influencia decisiva en la filosofía actual, su vida fue consagrada a investigar la verdad, a luchar contra toda clase de injusticias y a divulgar toda clase de conocimientos e inquietudes en favor de la paz y del bien de la humanidad.
Otros nombres del neorrealismo son: Messer y Santayana.
 
Neo positivismo: En contra del creciente impulso de la metafísica aparece el neopositivismo. Supone una vuelta al empirismo y se apoya en los avances del pensamiento lógico, bajo la denominación de lógica matemática o lógica simbólica. Esta tendencia se caracteriza por el análisis lógico y racional a que someten los datos de la experiencia y del lenguaje, por la preferencia que muestra hacia los problemas lógicos y por su afán de extremado cienticismo.
 
Ludwig Wittgenstein (1889-1951). Discípulo y amigo de Russell, es el iniciador y el pensador más influyente de esta tendencia. Enseña filosofía en Cambridge. Su pensamiento se divide en dos etapas: la primera correspondiente al Tractatus y la segunda a las Investigaciones. Su filosofía arranca del "atomismo lógico" de Russell y considera al conocimiento como mera copia de hechos aislados y, por lo mismo, como conocimiento de lo singular; por tanto, la lógica de los universales es pura tautología. Sólo existe una fuente de conocimiento, la sensación; pero la lógica posee un valor científico a partir de los principios que el hombre establece, a priori, con independencia de la experiencia. Estos principios dan origen a las reglas gramaticales que facilitan la elaboración de los datos sensibles La filosofía se reducirá al estudio sintáctico de las proposiciones científicas. Y las proposiciones sólo tendrán sentido y valor cuando sean verificables intersubjetivamente, es decir, por dos o más sujetos. En sus Investigaciones, Wittgenstein da un giro marcado a su filosofía: le asigna una función liberadora del embrujamiento del lenguaje, que condiciona totalmente nuestro pensamiento. Los problemas filosóficos tienen su origen en el lenguaje y, por lo mismo, no son tales problemas sino imprecisiones o "perplejidades" como él la llama. Y como él mismo usa el lenguaje y éste es impreciso, tiene que concluir que sus apreciaciones también carecen de valor, llegando así a un escepticismo total. Sus dos obras más importantes son Tratado filosófico e Investigaciones filosóficas.
 
Círculo de Viena: El neopositivismo de Wittgenstein tuvo gran repercusión en un grupo de filósofos y científicos reunidos en Viena, que se propuso fundamentar la ciencia al margen de la metafísica, o como ellos decían sustituir los "descarríos metafísicos" por una "filosofía científica". Los representantes y portavoces del círculo de Viena son Rudolf Carnap, para quien la metafísica no sólo se presenta como estéril, sino, lo que es peor, carente de sentido, y Reichenbach, quien afirma que una proposición tiene sentido cuando puede determinarse su grado de probabilidad y los enunciados lógicos se hallan sometidos a criterios empíricos, ya que su verificación se hace por medio de la experiencia sensible, que no es absoluta ni segura sino simplemente probable. La teoría probabilística permite a Reichenbach no llegar a posturas extremas, es decir, a no negar de plano la metafísica ya que tiene, al menos, una probabilidad de verdad. Junto a los anteriores debemos mencionar a Otto Neurath y Gilbert Ryle.
 
Neo escolasticismo: Ante el influjo de las nuevas tendencias filosóficas, cuyas conclusiones en mayor o menor grado atacan o debilitan la tradición católica, aparece en su seno un amplio movimiento renovador cuyo programa pretende abandonar todas aquellas posturas cuya falsedad ha sido suficientemente demostrada, mantener las doctrinas que se han manifestado como válidas con el pasar del tiempo y enriquecer todo este patrimonio con los resultados de nuevas investigaciones. La orientación de esta renovación llega directamente del pontificado; la publicación de la encíclica Aeterni Patris de León XIII marca el impulso decisivo para la renovación de la escolástica.
 
Historicismo: Frente a la concepción mecanicista del hombre que presenta el positivismo, aparece una concepción histórica del hombre como creador de cultura. La vida no es considerada en su sentido biológico-científico, sino en un sentido biográfico-humano. La historicidad es entendida en dos direcciones: como constitutivo de la realidad o como explicación de la misma. En la primera dirección situamos a Dilthey y en la segunda a Spengler y Toynbee.
 
Wilhelm Dilthey (1833-1911). Intenta una filosofía asistemática que busca una posición intermedia entre el idealismo y el positivismo. Del idealismo toma la evolución del espíritu en la historia; como el positivismo, procura atenerse a la realidad concreta tal como se presenta a nuestra experiencia. Nacido en Biebrich (Alemania), profesor de Basilea, Kiel, Breslau y Berlín, tiene gran influencia en toda la filosofía posterior. El pensamiento de Dilthey arranca del hecho, nuevo en su tiempo, de la aparición de las ciencias de la historia, las llamadas ciencias del espíritu. Pretende fundamentar estas ciencias y para ello se funda en la conciencia, no sólo la conciencia individual o autoconciencia, sino también la conciencia histórica. La autoconciencia me permite compren-der mi situación concreta; pero esta comprensión es pobre y mutilada si no tengo en cuenta los condicionamientos históricos que me proporciona la conciencia histórica. La conciencia es una realidad que se da únicamente en el hombre; por eso el centro de su filosofía es el hombre en su vida concreta.
 
Entre sus obras citamos: Introducción a las ciencias del espíritu. Ideas para una psicología descriptiva y analítica. El nacimiento de la hermenéutica. Vivencia y poesía. Estructuración del mundo histórico. Los tipos de cosmovisión. Entre los autores que se pueden calificar de historicistas señalamos a Simmel, Spranger, Spengler.
 
VITALISMO:
 
Se entiende por vitalismo la doctrina filosófica que considera la vida como la realidad primordial sobre la que el filósofo debe ejercer sus afanes reflexivos. Aparece esta corriente en un momento en que el mundo cultural se halla inmerso en una concepción mecanicista de la realidad, herencia del idealismo y del positivismo. Las siguientes serían las principales características del vitalismo: la vida es la realidad primordial sobre la que debe versar el filósofo; la vida no es una máquina, sino algo fluyente, libre, espontáneo; el hombre, por encima de todo y antes que todo, es vida, es decir, sentimiento, voluntad, instinto; frente a lo estático, racionalista y material, se valoriza lo dinámico, interior, singular y vivencial.
 
Federico Nietzsche (1844-1900). Nace en Rocken (Alemania), en un ambiente protestante, pietista y riguroso, que, junto con su constitución débil y enfermiza, había de influir decisivamente en su vida y en sus concepciones filosóficas. La experiencia personal interna, su fina sensibilidad y el dominio del lenguaje hicieron de su filosofía una obra expuesta con gran belleza literaria.
 
Piensa Nietzsche que el hombre ha llegado a la vida sin quererlo, sin intervención de su voluntad; pero una vez en la vida puede y tiene que definirse ante la misma vida mediante un acto de voluntad que afirme o niegue esa vida. Y ante esa encrucijada Nietzsche apuesta incondicionalmente por la vida.
 
Su pensamiento recorre tres etapas bien diferenciadas, en cada una de las cuales identifica el ideal del hombre con un paradigma o modelo que la encarna. El primer ideal lo personifica el "artista trágico". Los trágicos griegos afirmaron la vida a pesar de los dolores, sufrimientos y contradicciones que ella encierra. El segundo ideal es el "espíritu libre" que busca su realización por medio del conocimiento puro, libre de toda atadura tradicional, sentimental o instintiva y cuya personificación es el "libre pensador". En la tercera etapa, rechaza al hombre sabio que corre el peligro de ahogar la vida en sus reflexiones y proclama al "superhombre" concebido como voluntad de poder. La vida es ante todo querer vivir. Ese querer vivir no acepta que se le imponga ningún freno; el individuo es su propia norma y tiene que vencer todos los obstáculos que se interpongan en su camino, es decir, debe dominar todas las situaciones para asegurar su supervivencia. Por eso su arma fundamental es el dominio y su impulso la voluntad de poder que lo lleva a conseguirlo.
 
El ideal del superhombre no es apto para todos, sino sólo para unos pocos privilegiados con almas señoriales que se remontan sobre la masa de almas serviles y débiles esclavas de sus opiniones e incapaces de romper y superar las dificultades exteriores. A estas dos clases de hombres corresponden dos clases de moral: la moral de los señores, para quienes es bueno todo aquello que facilita y promueve la aparición del, superhombre y exalta su voluntad de poder; la moral de los esclavos, para quienes es bueno todo aquello que contribuya a mantener su propia debilidad.
 
Con esta moral como orientadora de la vida hacia el superhombre, nada más lógico que considerar la presencia de Dios como una molestia, como un estorbo a su propia realización. Por eso Nietzsche escribirá: "Dios ha muerto". Y si Dios ha muerto, no existe otro mundo, sólo existe nuestro mundo. La vida terrena es la única realidad. Con esto la filosofía de Nietzsche no sólo no llega a la trascendencia sino que explícitamente la niega y la rechaza.
 
El pensamiento de Nietzsche está anclado en la tierra, en esta vida temporal. Sin embargo la aspiración de los hombres de todos los tiempos, y Nietzsche no es una excepción, es la perdurabilidad. Como no admite la vida eterna quiere eternizar la vida terrena. Este es el sentido de su teoría del eterno retorno, con lo que pretende superar el nihilismo absoluto a que lo había conducido su filosofía.
 
Entre sus obras destacamos: El origen de la tragedia. Humano, demasiado humano. Gaya ciencia. Así habló Zaratustra. Más allá del bien y del mal. La genealogía de la moral. El ocaso de los ídolos. La voluntad de poder.
 
Henri Bergson (1859-1941). Nacido en París, de origen judío, profesor de varias universidades y finalmente en el Colegio de Francia en París. El bergsonismo ha sido considerado como el prototipo clásico de la corriente vitalista y se mueve en la línea espiritualista y personalista. Su sistema es orgánico y desarrollado en torno a cuatro temas fundamentales: el conocimiento, la psicología, la metafísica y la ética. Para Bergson el verdadero conocimiento se basa en la "intuición". El conocimiento intelectual u objetivo no es suficiente, porque se limita a conocer los objetos por fuera, en sus apariencias; el puro conocimiento científico tampoco es significativo puesto que se reduce a expresar unas relaciones cuantitativas en términos matemáticos. Pero existe otra forma de conocer que consiste en entrar dentro de las cosas, en penetrarlas, en captar de un solo "vistazo" todo su ser. Este conocimiento se realiza median-te la intuición.
Sus obras: Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia. Materia y memoria. La evolución creadora. Las dos fuentes de la moral y la religión.
 
José Ortega y Gasset (1833-1955). Es Ortega un pensador que completa su formación en la escuela de Marburgo como discípulo de Cohen. Su filosofía ha sido durante mucho tiempo voluntariamente desconocida, salvo por sus discípulos más directos. Con todo hoy se le reconoce como el filósofo de habla hispana más profundo y brillante de la primera mitad de este siglo. Influenciado por numerosos filósofos anteriores, pretende Ortega la conjunción, o mejor la superación, del positivismo y del idealismo, en una nueva teoría que se ha llamado el raciovitalismo.
 
Comienza Ortega afirmando que la vida es la "realidad radical", en cuanto que las demás realidades radican y se arraigan en ella y solamente desde ella se explican. Pero la palabra vida en Ortega nunca significó lo puramente biológico sino estrictamente la vida individual humana. Como tal la vida no es ni material ni espiritual, sino un "quehacer", pura actividad. La vida no se nos da hecha sino que tenemos que hacerla nosotros. Desde la vida cobran significado las demás realidades. Pero la vida no se reduce al yo, pues éste no puede realizarse en pura soledad y aislamiento. El yo se realiza a través, en y por las demás realidades. Por eso pudo decir: "yo soy yo y mi circunstancia" que puede valer, según Marías, como mínima expresión del núcleo de la filosofía de Ortega. El mundo, la circunstancia, es considerado como el escenario ubicuo para la tragedia inmensa que es el vivir. Y en ese escenario el personaje central soy yo mismo, aunque no pueda prescindir de los actores secundarios, que son las cosas, pero estos supeditarán su actuación a la mía. La característica de la vida es su movilidad.
 
Con el descubrimiento de la vida como realidad radical, va madurando Ortega un nuevo método para conocer la realidad. No renuncia a la razón pero la ve desde un ángulo completamente distinto al racionalista. La razón no puede, no tiene que aspirar a sustituir la vida. La razón es una función de la vida. Pero al destronar la razón, cuidemos de ponerla en su lugar. El tema de nuestro tiempo consiste en someter la razón a la vitalidad. La teoría de Ortega no va contra la razón, pues no admite otra forma, de conocimiento teórico; va sólo contra el racionalismo, es decir, contra el abuso de la razón. La vida es personal y concreta.
 
Esto tiene dos consecuencias importantísimas. Por un lado yo miro y entiendo la realidad desde mi vida, desde mi punto de vista, desde mi situación concreta, y lo mismo les ocurre a los demás. Es decir que la realidad sólo se muestra al ojo que la mira desde alguna parte; esta visión difiere necesariamente de la de los demás; las visiones distintas no se excluyen, ninguna agota la realidad. Esto es lo que Ortega llama perspectivismo. Por otro lado cada uno observa y vive la realidad desde un momento dado, por tanto la visión es temporalmente limitada. Por eso la razón solamente es completa si recoge y reflexiona los otros momentos, es decir si se hace histórica.
 
De esto concluye Ortega que la verdad filosófica no es absoluta; que cada uno capta una parte o aspecto de la verdad. El error de las corrientes filosóficas anteriores es la pretensión de haber descubierto una verdad absoluta válida para todos y para siempre. Para Ortega el único camino para llegar a la verdad, para acercarse a ella, para descubrirla, pues la verdad no es conquista, sino descubrimiento, es el amor. "La verdad es como una virgen que necesita ser enamorada para hacerse fecunda".
 
La producción de Ortega es abundantísima y repartida en numerosos ensayos, entre los cuales citamos: Las meditaciones del Quijote, El tema de nuestro tiempo. La rebelión de las masas. Modificación de la técnica. Ideas y creencias. Esquema de la crisis, El hombre y la gente.
Otros autores relacionados más o menos con el vitalismo son: Blondel, Le Roy y Klages.
 
FENOMENOLOGÍA
 
En la filosofía moderna hay tres intentos sobresalientes por convertir la filosofía en una ciencia rigurosa mediante una renovación total del método de filosofar y del proceso de desarrollo de la filosofía. El primer intento fue realizado por Descartes, que olvidándose de toda la filosofía anterior, intenta hacer una filosofía nueva fundada en un "cogito" libre de todo presupuesto y desarrollada mediante el proceso de la duda metódica. Kant, por su parte, guiado por las pautas de la física de Newton, pretende llevar la filosofía por un método riguroso que la libre tanto de los excesos abstraccionistas de la filosofía tradicional, como de los riesgos subjetivistas cartesianos. Intento también fallido, ya que por ese camino se llega a las conclusiones aberrantes del idealismo absoluto. El tercer intento lo realiza Husserl con su método fenomenológico.
 
Edmundo Husserl (1859-1938). Nacido en Prossnitz (Alemania), discípulo de Brentano, es uno de los grandes maestros de la teoría del conocimiento. Comienza por dedicar su actividad al estudio de la matemática. Profesor en las universidades de Gottinga, Halle y Friburgo, desarrolla su nuevo método. Encuentra que las dos direcciones principales que sigue la filosofía de su tiempo son extremistas; el positivismo se aferra al hecho en sí, lo que imposibilita toda filosofía como ciencia racional rigurosa; el idealismo, por su parte, se olvida de los hechos y lleva a la filosofía por caminos que la alejan cada vez más de la realidad. Husserl intentará reunir estos dos caminos irreconciliables.
 
El punto de partida de Husserl lo constituye su oposición al psicologismo, que pretende reducir todo el conocimiento a una mera asociación de actos psíquicos, es decir a su aspecto subjetivo, olvidándose o desconociendo su aspecto objetivo. Husserl sigue la línea tradicional de la filosofía moderna, en cuanto que su problema fundamental es el problema del conocimiento. Aunque Kant tuvo en cuenta la experiencia para valorar y justificar el carácter objetivo del conocimiento, Husserl piensa que no se la tuvo suficientemente en cuenta, y que hay que analizarla con mayor profundidad y rigor para poder delimitar con exactitud la función desempeñada por el sujeto en el acto del conocimiento.
 
Para ello Husserl se ve en la necesidad de crear un nuevo método que le permita llegar al meollo de la experiencia sin que ésta se encuentre viciada o condicionada por hechos o datos que la encubran o falsifiquen. Este es el método fenomenológico, que recibe este nombre por pretender Husserl iniciar sus apreciaciones desde los datos empíricos o fenómenos, tal y como éstos se presentan a la conciencia. Para ello comienza con un trabajo que podríamos llamar de limpieza, es decir, quitar a la experiencia todas aquellas adherencias que la esconden y falsifican. Es lo que denomina las reducciones. Esto le permitirá avanzar hacia las cosas mismas sin quedarnos en sus apariencias. Estas, las apariencias, no podemos desconocerlas, pero tampoco debemos tenerlas en cuenta a la hora del análisis del hecho: es lo que Husserl quiere decir cuando habla de "ponerlas entre paréntesis".
 
Husserl distingue tres reducciones fundamentales para poder llegar a la cosa en sí. La primera es la "reducción histórica", en la que prescinde de toda teoría filosófica anterior; no le interesan las opiniones de los demás. La segunda es la "reducción eidética", mediante la cual se pone entre paréntesis la existencia concreta del fenómeno estudiado, y con la existencia se prescinde de toda particularidad y singularidad. La tercera es la "reducción trascendental", que consiste en prescindir, también, del contenido de conciencia para quedarse con la conciencia pura, es decir, el yo puro al cual se reducen todas las vivencias.
 
 Las vivencias tienen un carácter de intencionalidad, es decir, el sujeto aparece como esencialmente remitido al objeto y el objeto como lo dado esencialmente al sujeto. La realidad se despoja esencialmente de su independencia, renuncia a su carácter de absoluta, para convertirse en algo que es sólo intencional, que aparece. Dicho de otro modo la realidad sólo cuenta para la fenomenología en tanto en cuanto aparece a la conciencia.
 
Así cae Husserl de lleno dentro del idealismo al llegar a la conclusión de que "todo ser es, o conciencia pura, o ser constituido por la ciencia pura", con lo que la fenomenología deja de ser método para convertirse en sistema: el idealismo fenomenológico.
 
La fenomenología constituye un acontecimiento de primer orden en la filosofía actual. El método fenomenológico, aceptado por unos y combatido por otros, ha ejercido una influencia extraordinaria. Reinach, Hildebrand, Stein, Levinas, entre otros, son sus seguidores. Heidegger, Scheler, Hartmann, Manhein, se apoyan en el método para derivar hacia otros sistemas y conclusiones.
 
Son obras principales de Husserl: Filosofía de la aritmética. Investigaciones lógicas. La filosofía como ciencia estricta. Ideas para una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Lógica formal y trascendental.
 
AXIOLOGÍA
 
Es la corriente filosófica actual que ha resaltado ‘el valor’ como integrante decisivo de la vida humana. Se distingue claramente lo que una cosa es de lo que una cosa vale.
 
Max Scheler (1846-1926). Nacido en Munich (Alemania), profesor en Jena, Munich y Colonia, ejerce gran influencia en la primera mitad de siglo. De su extensa temática destacaremos dos temas fundamentales: los valores y la persona.
Afirma Scheler que además del pensamiento o razón que conoce o capta los objetos, existe otra facultad, distinta de la anterior, dominada por el sentimiento que capta o aprecia ciertas cualidades de las cosas, que son los valores. A esta facultad la llama estimativa. Los valores no son los bienes, sino cualidades de éstos. Todo bien representa un valor y todo mal es la carencia de valor, o sea, un antivalor. Los valores poseen una serie de propiedades: la objetividad, que hace que los valores valgan por sí mismos con independencia de la apreciación del individuo; la cualidad, que permite distinguir diversas clases de valores, como los estéticos, los religiosos, los morales, etc.; la polaridad, según la cual a cada valor corresponde un contra-valor o anti- valor y hace que las cosas sean más o menos valiosas; la jerarquía, según la cual los valores se organizan de acuerdo a su mayor o menor importancia. Scheler los organiza, comenzando por los de menor importancia, así: útiles, biológicos, lógicos, estéticos y religiosos. Los valores morales no aparecen en esta lista porque consisten en la realización de cada uno de aquéllos. Toda esta jerarquía de valores recibe su fundamentación del valor supremo y absoluto que es la Persona divina e infinita.
 
Scheler fundamenta la ética sobre los valores. Es bueno aquello que realiza un valor y malo aquello que lo impide. Lo bueno, además de realizar un valor, debe favorecer la posibilidad de llegar a otro valor superior.
 
Junto con los valores, Scheler se ocupa de la persona, que es la concreta y esencial unidad de los actos del individuo. El individuo en cuanto persona vive y existe realizando actos, es actividad y dinamismo; y es a través de esa actividad como la persona se constituye a sí misma. La persona, aunque es una realidad absoluta, no es una realidad cerrada sino que está abierta a la interiorización y a la trascendencia. Al contemplarse en su interior se descubre relacionada con los otros, es decir, se descubre como convivencia. Está proyectada hacia los demás; esa comunicación con los otros, ese vivir con los otros se realiza sobre todo por la simpatía y el amor.
 
La limitación de la comunidad, en la que las personas son sustituidas unas por otras, y en la que todas las personas van desapareciendo con la muerte, postula, según Scheler, una persona superior, el espíritu infinito y personal de Dios. Por eso podía afirmar que el Dios de la religión y el de la filosofía no se contradicen sino que se complementan. La filosofía descubre a Dios como el ser absoluto y necesario. En la religión Dios se muestra, se revela, como el ser espiritual y personal que se nos hace presente mediante el amor.
 
Sus obras: El resentimiento en la moral. El formalismo en la ética y la ética material de los valores. Sobre la subversión de los valores. De lo eterno en el hombre. Sociología del saber. El puesto del hombre en el cosmos.
 
Junto a Max Scheler hay que citar como pertenecientes a la corriente axiológica a Meinong, Ehrenfels, R. Müller, W. Stern, Lessing.
 
ONTOLOGISMO
 
Incluimos bajo este epígrafe una gran cantidad de filósofos que provenientes de las más diversas corrientes, llegan todos ellos a plantearse el problema del ser. Esta nueva corriente tiene gran importancia porque supone, en cierto sentido, la superación de la tendencia inmediatista e individual que domina en la mayoría de las otras corrientes, que con el noble intento de devolver a la vida, a lo concreto y al hombre su puesto primordial, han olvidado lo que éstos tienen de general o universal, es decir, que son y por lo mismo, en alguna medida, pertenecen a la esfera del ser. Bien es cierto que la nueva ontología considera al ser en forma dinámica, como un devenir y que el camino que recorre para llegar a él es más intuitivo que abstractivo.
 
Los rasgos fundamentales de esta nueva metafísica se resumen en las siguientes características: empirismo, ya que consideran la experiencia como la base de una sustentación válida de la metafísica; intelectualismo, que los diferencia de los empiristas y materialistas; racionalismo, porque rechazan el método puramente intuitivo y tratan de desarrollar sus ideas a través de métodos racionales; ontologismo, en la medida en que todos ellos conceden gran importancia al ser; universalismo, pues no descartan ningún modo de ser, ni conceden exclusividad a ninguno de ellos.
 
Nicolai Hartmann (1882-1950). Nacido en Riza (Alemania), profesor en Marburgo. Colonia, Berlín y Gotinga. Inicia el estudio del conocimiento por una fenomenología del conocimiento, a la que sigue una reflexión sobre las dificultades que suscita y que trata de reducir al mínimo mediante la consideración del sujeto y el objeto del conocimiento como partes integrantes del ser verdadero. De este modo el sujeto y el objeto son manifestaciones igualmente reales del ser. Los problemas éticos también conducen a Hartmann a la ontología, ya que los valores, en los que funda la ética, son esencias ideales. Los problemas del valor y del conocimiento conectan al hombre con la realidad.
Sus obras: Metafísica del conocimiento. El problema del ser espiritual. Fundamentos de la ontología. Filosofía de la naturaleza. La fábrica del mundo real.
 
Alfred Whitehead (1861-1947). Nace  en Kent  (Inglaterra). Es profesor de matemáticas en Londres y de filosofía en Harvard. Su filosofía se ha llamado organicismo y pretende una integración entre filosofía y ciencia. La realidad constituye un gran organismo, en continuo devenir. Cada hecho o acontecimiento es un momento en ese devenir. El mundo no es un conjunto de cosas hechas, sino un proceso, un suceder.
 
Del hecho de que la naturaleza sea puro acontecer deduce que la metafísica consiste en la descripción de la realidad, pero debe ser una descripción explicativa porque la aparición en ese devenir de nuevos hechos, exige una explicación. Para esta explicación Whitehead postula tres principios: los objetos eternos, entendidos como las posibilidades para lo que deviene; el ímpetu creador, que es la causa de ese devenir; un principio de limitación, que recorta las posibilidades reduciéndolas a las que realmente suceden. Este principio de limitación se identifica con Dios.
 
Critica fuertemente al materialismo desde los resultados de las ciencias modernas y sobre todo desde la filosofía, pues la materia tal como la conciben los materialistas no deja de ser una pura y simple abstracción de los cuerpos materiales.
 
Obras: Principia mathematica (en colaboración con Russel), La ciencia y el mundo moderno. Proceso y realidad. La función de la razón, Modos del pensamiento. Ensayos sobre ciencia y filosofía.
Otros representantes del ontologismo: Le Senne, Lavelle, Alexander, Blondel, C. Morgan.
 
PSICOLOGISMO
 
En forma general puede definirse esta corriente como el intento de reducir la filosofía a la psicología. Se presenta con cierta frecuencia en los pensadores del siglo XIX pero su dependencia más importante le viene del empirismo. Pretende el psicologismo montar un sistema filosófico a partir de la experiencia psicológica. Entre los pensadores más influyentes de esta corriente tenemos a Wundt y a Brentano.
 
PRAGMATISMO
 
Nace como protesta contra el idealismo y enlaza con el empirismo y utilitarismo inglés. Su teoría central es la reducción de lo verdadero a lo útil, es decir, una aplicación del utilitarismo al campo del conocimiento y la negación de todo conocimiento teórico. La dirección más radical enseña que toda proposición que conduzca a un éxito individual es verdadera. La utilidad y el éxito valen como criterio único de verdad. Pero no se trata, tan sólo, de una teoría del conocimiento, sino que la mayoría de las veces va acompañada de una filosofía de la vida cuya característica es el considerar a la vida como algo inestable y cambiante. El conocimiento teórico es incapaz para captarla.
 
El pragmatismo es una corriente típicamente anglosajona, perfectamente explicable si se advierte en ella la base moral del hombre de negocios y de las grandes empresas multinacionales. Los pragmatistas no se preguntan qué teorías son verdaderas en sí mismas, sino cuáles producen buenos frutos. Y llegan al extremo de que si las consecuencias prácticas de dos opiniones sirven para tener éxito, las dos son aceptadas como verdaderas.
 
Con esto se llega a una concepción instrumental de la verdad. La verdad es nuestra concepción de la realidad. Ahora bien, como la realidad es variable y cambiante, así es también la verdad. Como la realidad no es algo dado sino que va haciéndose, lo mismo le ocurre a la verdad; por eso la única teoría correcta del conocimiento es la que ellos llaman genética.
 
En relación con la trascendencia, al pragmatismo no le interesa la existencia de Dios ni su naturaleza sino únicamente la capacidad de la religión en orden al desenvolvimiento y mejoramiento de la vida humana. Piensan que el cristianismo es eficaz para el mejoramiento de la vida humana y que se adapta perfectamente a nuestro tiempo; en consecuencia niegan el ateísmo y el panteísmo.
Entre los autores representativos de esta corriente podemos señalar a W. James, F.C.S. Schiller y J. Dewey.
 
MARXISMO OCCIDENTAL
 
Con el triunfo de la revolución de 1917 el marxismo se establece en Rusia. La teoría se vuelve práctica concreta. Una vez hecha la revolución los dirigentes, Lenin primero y Stalin después, se constituirán en guardianes y únicos intérpretes autorizados de las doctrinas de Marx y Engels. Todo esto lo realizan a nombre del Partido, denominación eufemística del sistema político implantado por la fuerza, y que en el fondo no se diferencia gran cosa de los demás sistemas de fuerza. Para salvaguardar la unidad y asegurar los frutos de la revolución, se considera indispensable guardar estrictamente las enseñanzas de Marx y Engels; se compila una doctrina oficial del Partido que tienen que aceptar todos sin excepción y sin modificación. Se constituye así la ortodoxia marxista y el movimiento que tratará por todos los medios, incluso por la fuerza, de mantenerla intacta, movimiento que se ha llamado al anti-revisionismo. Con ello la labor filosófica en Rusia se ha limitado a una mera exégesis o exaltación de la doctrina oficial.
 
Sin embargo, fuera del dominio ruso se han sucedido una serie de autores que declarándose marxistas se han negado a admitir la tutela de la doctrina oficial soviética y han emprendido la interpretación personal del marxismo, volviendo a los textos originales de Marx y Engels. Estos autores, con las debidas reticencias en cada caso, forman lo que se ha llamado marxismo occidental, en contraposición al marxismo ruso y al marxismo chino que se consideran doctrinas oficiales.
 
Consideran estos marxistas liberados, que en Marx, junto a una serie de ideas aún vívidas y válidas, hay otras condicionadas por las circunstancias políticas e históricas que ya han sido superadas. La tarea del filósofo consiste en distinguir las unas de las otras. En esto, según ellos, consiste la verdadera ortodoxia. La liberación del dogma oficial y la consiguiente libertad de interpretación hacen posible que en un mismo pensador, junto a las raíces auténtica-mente marxistas, aparezcan otras influencias debidas a las modernas corrientes del pensamiento, entre las que priman el humanismo, el historicismo y el estructuralismo.
 
Antonio Gramsci (1891-1937). Escribe casi toda su obra prisionero de los fascistas italianos. Considera que la filosofía de la praxis es una teoría de la historia; pero teniendo en cuenta que en la historia se integran la economía y la política, resulta que no pueden separarse la ciencia, ni la política, ni la economía. La auténtica filosofía de la praxis es, por tanto, la dialéctica, donde se anudan historia, economía y política. Esta filosofía no es ya únicamente patrimonio de los grandes intelectuales, o de los filósofos de profesión, sino que tiende a hacerse patrimonio de las masas. Pero no porque éstas la adquieran por sí mismas, sino porque se la impone una minoría intelectual dirigente y se la impone de un modo dogmático. Gramsci dirá que la masa no posee una capacidad de crítica o discernimiento, sino de asimilación; por ello asume una serie de opiniones que se le presentan como certezas sin lugar a discusión.
 
Gyorgy Lukacs (1885-1961). Asigna al marxismo, como función primordial, la explicación total del hombre y del proceso histórico a que se halla sometida. Esto permitirá dirigir, el comportamiento humano en un sentido que se aparta por igual del puro cienticismo como del humanismo ilusorio. Advierte de los errores que pueden cometerse con la mera aplicación de las leyes dialécticas y se piensa que en el fondo lo que la dialéctica pide es una constante renovación y superación de la actividad humana. Ha formulado serios reproches al dogmatismo ruso y a su polarización en la acción revolucionaria, así como a sus vacíos notables en áreas como la ética y la estética.
 
Herbert Marcuse (1899-1979). Tiene gran influencia en la juventud universitaria debido a que en sus obras halaga no sólo las aspiraciones más nobles, sino también los impulsos instintivos. Observa el hecho de que las masas obreras se han integrado en la sociedad capitalista en la que reciben indudables mejo-ras pero sin alcanzar la libertad. A pesar de ello cree en la liberación futura de la humanidad, que se conseguirá mediante la acción revolucionaria de la juventud y en particular de la juventud universitaria. Como consecuencia niega al proletariado su condición de protagonista de la revolución.
 
Considera Marcuse que en la actual sociedad capitalista se hallan técnicamente presentes todas las fuerzas materiales e intelectuales necesarias para realizar su transformación en una sociedad libre, que se caracterizará por la estética y la erótica.
 
Otros autores adscritos a la corriente marxista son: Henri Lefevre, Gaivano de la Volpe, Kolakowiki, Goldmann, Garaudy, Bloch, Kosik.
 
ESTRUCTURALISMO
 
Desde Francia, su lugar de origen, el estructuralismo ha alcanzado una gran difusión. Se ha discutido si el estructuralismo puede considerarse como una corriente filosófica, ya que los mismos autores cobijados bajo esta denominación no están de acuerdo en su clasificación. Sin embargo, tanto la concepción estructuralista de la realidad, como los métodos empleados en su análisis, caen por completo dentro del campo de la filosofía.
 
El origen del estructuralismo hay que buscarlo por una parte en el campo lingüístico inaugurado por Saussure y desarrollado por la glosemática de Hjelmslev y en la generativa de Chomsky. Por otra parte, las investigaciones antropológicas y etnológicas de Lévi-Strauss lo llevaron a descubrir las "estructuras elementales de parentesco" que se manifiestan entre las diversas tribus y pueblos.
 
A partir de estas experiencias prácticas se elabora el concepto de "estructura", que podríamos expresar así: estructura es un conjunto de fenómenos solidarios, tales que cada uno depende de los otros y que no puede ser lo que es sino en y por su relación con ellos. Según esto, la estructura es el todo al que se ordenan los diversos elementos y éstos no tienen significado fuera de la estructura. Generalizando el concepto de estructura diríamos que es el conjunto de leyes de organización de un fenómeno. Este sería su significado en el estructuralismo, pero con una variante importantísima: la atención se fija en la estructura, dejando de lado su contenido, es decir, el fenómeno. Así, la estructura, de una realidad estática se convierte en operativa en doble sentido: permite hacer conocer la realidad y a la vez la crea.
Entre los autores representativos de esta corriente tenemos a Lévi-Strauss, su iniciador, Althusser, Lacan, Foucault.
 
TECNOCRATISMO
 
Tanto el estructuralismo en sus últimas consecuencias como el tecnocratismo, conducen a una negación de los derechos de la persona individual o de la masa media sacrificándolos a las exigencias de la estructura o al poder de la minoría capacitada. Los tecnócratas trabajan por el advenimiento de un régimen fuerte del signo que sea, del cual ellos serán los primeros servidores. Aunque la tecnocracia se opone a todas las ideologías, ella misma termina por convertirse en otra ideología en la que el único principio es la técnica, por la técnica.
El tecnocratismo propugna  el imperio de la máquina sobre el hombre. Los adelantos a que se ha llegado en los últimos tiempos han llevado a pensar que un ordenador, por ejemplo, no sólo presenta cierta analogía con el cerebro, sino que en muchos aspectos lo supera.
 
EXISTENCIALISMO
 
El existencialismo es una corriente filosófica cuya máxima vigencia debemos situarla históricamente en los años inmediatamente posteriores a la gran guerra mundial. Es ante todo una rebelión de la vida contra la razón. Proclama abiertamente la primacía de lo vital sobre lo intelectual, de lo subjetivo e individual sobre las generalizaciones y abstracciones.
 
En Hegel el yo quedaba reducido a un momento en el despliegue del absoluto. El existencialismo reacciona contra el idealismo racionalista y panteísta que había despersonalizado al hombre es una revalorización de lo individua! y subjetivo frente a lo objetivo y mensurable. Es una vuelta al hombre individual y concreto tal como se muestra en la realidad cotidiana. Al mismo tiempo, el existencialismo es una reacción contra el positivismo que había diluido al hombre dentro de la naturaleza.
 
El hombre no es algo hecho ni se reduce a su sola facultad de pensar, por muy importante que ella sea. Ser hombre para el existencialismo no es algo dado, algo que está ahí; no es tampoco un conocer aséptico, por muy profundo que tal conocimiento llegue a ser; ser hombre es "tener que hacerse", es autorrealización. Se trata de redescubrir al hombre en toda su soledad y desnudez, en su unicidad e irrepetibilidad dentro de los demás seres de la realidad.
 
No es extraño, por tanto, que el quicio sobre el cual giren y se apoyen todas sus reflexiones, sea la existencia humana concreta e individual. No aceptará que el hombre sea reducido a un paso necesario de la evolución dialéctica; ni que sea diluido en una generalidad masificante y abstracta que lo convierte en simple número impersonal e inconsciente; ni, mucho menos, que sea considerado como un ejemplar excesivamente evolucionado del reino animal.
 
El intento existencialista consiste en devolver al hombre, como sujeto individual, su centralidad absolutamente original y única en el concierto de la realidad; centralidad y protagonismo que tiene que afianzar y realizar mediante su libertad.
 
El existencialismo es un paso definitivo en la historia de la filosofía, en el sentido de que ha rescatado del olvido y de la reducción al sujeto humano concreto. La irreconciliable oposición que hemos visto en toda la filosofía moderna entre materia y espíritu, entre naturaleza y conocimiento, tiene su punto de enlace en el hombre individual y concreto, que es el único ser que piensa y vive o que vive pensando o, si se quiere, piensa viviendo. Abbagnano clasifica a los existencialistas según su punto de llegada, es decir, en teístas y ateos según que al fin de su camino admitan o postulen la existencia de Dios o la nieguen. Pero de una u otra postura debemos reconocer al existencialismo el mérito de haber devuelto a la filosofía el interés por el hombre concreto, por la persona humana que, volatilizada por el idealismo, degradada por el positivismo y cosificada por el tecnicismo y tecnocratismo modernos, estaba amenazada de asfixia total.
 
Así el existencialismo, independientemente de sus logros o de sus yerros, ha sido el gran propulsor del interés y respeto por el hombre, llegando en su influencia hasta el seno mismo de las Naciones Unidas y de la misma Iglesia Católica, como se puede apreciar en no pocos documentos del Concilio y de los Papas. Con esto no queremos afirmar que todo en el existencialismo esté limpio de escoria y barro. Porque, si una de sus características ha sido el llegar al gran público, cosa que no ha sucedido con las demás corrientes filosóficas, también es cierto que esta gran divulgación ha traído consigo falsas interpretaciones y burdas manifestaciones.
 
Por eso, y desde el punto de vista filosófico, vamos a concretar algunas de las preocupaciones comunes a todos los filósofos del  existencialismo, destacadas por la mayoría de los tratadistas del tema: el objeto de su reflexión filosófica es la existencia humana concreta, con lo que rechazan todas las teorías esencialistas; el punto de partida es una "vivencia existencial", personal que reviste caracteres distintos en cada uno de los autores: para Heidegger la angustia, para Sartre, la náusea, para Unamuno la congoja, etc; la existencia no es una cosa dada, sino que tiene que hacerse y realizarse guiada por la libertad; esta existencia que se hace, no está cerrada sobre sí misma, sino que está abierta al mundo y a las otras existencias; como la filosofía de la existencia arranca de la vivencia existencial y no de un conocimiento intelectual, es considerada por muchos como una forma de irracionalismo.
 
PRECURSORES
 
Aunque su manifestación más importante corresponda a este siglo, siempre ha habido autores que se han preocupado de la persona humana concreta y de sus problemas vitales y existenciales. Debemos anotar entre los precursores del existencialismo no ateo, a San Agustín, Dostoievski, Kierkegaard, y Unamuno; estos dos últimos los estudiaremos con alguna detención.
 
Sören Kierkegaard (1813-1885). De nacionalidad danesa, estudia con Schelling y Hegel, cuyo idealismo no pudo asimilar y se dedica a combatirlo hasta con virulencia. Su vida se encuentra marcada por experiencias negativas sufridas con su padre, con su noviazgo y con la Iglesia protestante de su país. Esto hizo de él no sólo el hombre problema, sino el hombre interior, que se adentra por los insondables arcanos del ser humano, su propio ser. Es uno de los tres grandes revolucionarios de mediados del siglo pasado. Marx representa la revolución del proletariado, Nietzsche la revolución del solitario rebelde, Kierkegaard la revolución del hombre individual y concreto. Su revolución, menos conocida y espectacular en su tiempo, por más interior y profunda, necesitará casi un siglo de gestación para madurar en los frutos ubérrimos del existencialismo.
 
En el orden intelectual el sistema idealista es considerado por Kierkegaard como un atentado a lo más íntimo y sagrado de la persona humana, cuya libertad e individualidad han sido sacrificadas en aras de la necesidad y universalidad del absoluto. En el orden social, Kierkegaard ve con sorprendente claridad el peligro de la creciente masticación de la persona humana. En realidad no se ha hecho sino cambiar de signo a la enajenación del hombre. En el idealismo el individuo era absorbido por el absoluto, en el marxismo el individuo se ahoga y desaparece en un proletariado colectivo. En el orden religioso, Kierkegaard se enfrenta con un cristianismo secularizado y facilitado que domina en muchos ambientes de su época. Opina que la iglesia protestan-te, su iglesia, ha pactado con la mundanidad. Profundamente religioso, ha captado las hondas exigencias de un cristianismo vivido con seriedad; por eso critica agriamente la "mediocridad protestante".
 
Contra este peligro de dispersión y de exterioridad, Kierkegaard postula una "exigencia de interioridad" que debe manifestarse en los tres aspectos fundamentales del hombre: la existencia, la subjetividad y la individualidad. La existencia no es un estar ahí como los animales, sino el modo de ser del hombre que se hace a sí mismo en el ejercicio de su libertad, que se vuelve decisión en el momento que elige una u otra de las múltiples posibilidades que se ofrecen a su elección. Esta autorrealización exige una apropiación subjetiva de la verdad. El idealismo se contenta con una verdad objetiva, absoluta y estática. Kierkegaard piensa que de poco sirve esa verdad si el hombre concreto no llega a conocerla y a apropiársela en alguna forma. Lo importante no es que esa verdad exista, sino que yo la reconozca y la haga mía. La autorrealización de la existencia y la auto-apropiación de la verdad en la subjetividad son acciones de la individualidad. En otras palabras, el individuo es el sustrato último y centro definitivo de toda la realidad. Por eso, precisamente, cada hombre tiene un valor absoluto, no se puede objetivar sin lesionarlo.
 
Pero Kierkegaard no se contenta con formular una exigencia de interioridad como única salvación posible del hombre. Trata, también, de mostrar el camino para llegar a ella. Considera que el hombre debe recorrer tres estadios para llegar a su plena realización. El estadio "estético" en el que el hombre se encuentra completamente disperso por las sensaciones que lo impulsan a la búsqueda desaforada del placer en todas sus formas. Este placer no llega a satisfacer totalmente, lo que acarrea un estado de desesperación. El estadio "ético", alcanzado mediante la ruptura y el desengaño causado por la vaciedad del anterior, es el estadio del deber. El hombre deja la persecución de los placeres para dedicarse al cumplimiento del deber. Al principio de este estadio encontrará una íntima satisfacción al sentir que avanza en su autorrealización; pero con el tiempo llegará al convencimiento de que el deber tampoco llega a satisfacerlo plenamente. El deber necesita una realidad superior que lo sustente y le dé sentido. Así llega el hombre al estadio "religioso", que comienza en el momento en que se hace consciente de su relación personal con Dios. La presencia de Dios llena entonces toda la existencia humana y ésta se convierte en una apertura total a la llamada de Dios.
 
El paso de un estadio a otro no se hace gradualmente sino que se realiza con brusquedad, de un "salto". Este salto es provocado por la "angustia" originada en la insatisfacción. Esta angustia no es sólo negativa, sino que, al descubrir al hombre sus propios límites, lo pone descarnadamente frente a Dios y lo impulsa al salto definitivo de la fe; no una fe teórica e intelectual, sino una fe vital y existencial, una fe que es una adhesión total a Dios como el único apoyo sensible de nuestra existencia personal.
 
Si nos hemos extendido algo más en Kierkegaard, es porque pensamos que en él hay que fijar el punto de arranque de una nueva filosofía que, al rescatar al hombre concreto de la marginalidad en que lo habían colocado las corrientes más influyentes de la filosofía moderna, ha hecho posible el resurgimiento de un nuevo humanismo que abre nuevas perspectivas de realización y progreso sin sacrificar el centro y el fin de ese mismo progreso que es la persona humana, individual y concreta.
Las obras principales de Kierkegaard: El concepto de la angustia. Migajas, Diario íntimo. Estadios en el camino de la vida, O lo uno o lo otro. Temor y temblor.
 
Miguel de Unamuno (1864-1936). Nace en Bilbao (España). Es uno de los primeros pensadores que llama la atención sobre la obra de Kierkegaard como posible origen de una corriente filosófica. Unamuno es un existencialista antes del existencialismo. Su obra fundamental en este sentido aparece en 1913, es decir, casi veinte años antes de las principales producciones de Heidegger. A pesar de muchas apreciaciones en contra, no dudamos en incluir a Unamuno entre los existencialistas puesto que en él se encuentran todas las características generales de dicha corriente filosófica. Se inicia en una vivencia existencial, la congoja espiritual; a través de ella se manifiesta ese hombre concreto, de "carne y hueso" como un "ser para la muerte", contra lo cual se rebela. No podemos concebirnos como no existiendo. La existencia se nos muestra como un "lento deshacerse a sí mismo" contrarrestado por un anhelo irresistible de eternidad, pues lo que no es eterno no es real. El hambre de eternidad constituye la esencia del hombre. Esas ansias de inmortalidad confrontadas con el lento deshacerse que es la vida, originan el sentimiento trágico que lleva a Unamuno al descubrimiento de un Dios trascendental. Este descubrimiento lo logra al margen e, incluso, en contra de la razón. Porque creer en Dios no es entenderlo, sino sentirlo, sufrir por su ausencia, tener necesidad vital de que exista.
 
Sus obras principales: Del sentimiento trágico de la vida. La agonía del cristianismo. Vida de don Quijote y Sancho, Ensayos.
 
EXISTENCIALISMO ATEO
 
Dentro de la corriente existencialista que en su análisis no trasciende hasta Dios, las dos figuras representativas son Heidegger y Sartre; ambos coinciden, también, en rebasar lo puramente existencial para pasar a lo ontológico.
 
Martín Heidegger (1889-1976). Nace en Merskirch (Alemania). Es profesor en Marburgo y en Friburgo, como sucesor de Husserl. Profundo conocedor de los filósofos del pasado, adopta para sus investigaciones el método fenomenológico. Es un pensador original y difícil de entender debido al numeroso vocabulario creado por él para poder dar expresión a las diversas facetas de su pensamiento.
 
Al hacer el análisis de la existencia humana, Heidegger encuentra que la primera determinación fundamental de la misma consiste en "ser en el mundo", lo que implica que el hombre existe con otros hombres y con las cosas que utiliza, ya que ambos, hombres y cosas, constituyen el mundo. El hombre se ha encontrado arrojado en este mundo desde la nada y se halla proyectado hacia la muerte que es nada también. Entre estas dos nadas el hombre se va haciendo en el tiempo, por eso la trama de su existencia es la temporalidad.
 
Ante el descubrimiento de su "ser para la muerte" el hombre puede tomar dos actitudes: engañarse a sí mismo, intentando eludir su destino mortal, o aceptar dicho destino con plena conciencia de su proyección hacia la nada. En la primera actitud, el hombre vive una existencia inauténtica; en la segunda actitud el hombre asume una existencia auténtica. Autenticidad e inautenticidad son posibles por la libertad, que es el acto por el cual el hombre se realiza a sí mismo.
 
El descubrimiento de la existencia como "ser para la muerte" origina la angustia, cuyo efecto principal es el aislamiento, la soledad absoluta del individuo.
Sus obras principales: Ser y tiempo, Kant y el problema de la metafísica, ¿Qué significa pensar? Sobre la cuestión del ser. El principio de razón.
 
Jean Paul Sartre (1905-1980). Es el filósofo más conocido y comentado de la postguerra y esto no es un hecho casual. Su negativismo absoluto respecto a la vida humana y al hombre mismo concuerda perfectamente con el estado de ánimo de los europeos, que se encuentran con los despojos de la guerra como única posibilidad para el futuro. La aniquilación física de la mayor parte de Europa no deja lugar a grandes optimismos; por ello y con cierto masoquismo aceptan de inmediato la filosofía sartriana que exalta la nada y el sin sentido de la vida humana.
 
La metafísica existencial de Sartre llega a la conclusión de que toda la ontología o estudio del ser se divide en dos zonas o regiones: el "ser en sí", que es el ente sólido, inmóvil y necesario; el "ser para sí", que es la existencia humana. Lo "en sí" se identifica, según Sartre, con el ser; lo "para sí" se identifica con la nada. En consecuencia el hombre es la nada que busca afanosamente el ser; afán que de antemano está condenado al fracaso porque el "en sí" es totalmente inaccesible al hombre. Por eso puede Sartre definir al hombre como una pasión inútil.
 
Lo "en sí" es el ente verdadero y pleno, pero no hay razón alguna para que exista, es lo absurdo. No posee relaciones con los otros seres, por ello el ente está fuera de la temporalidad. Como no puede negar el devenir, afirma que en el ente es un devenir rígido y predeterminado.
 
El "para sí", al no ser, se presenta como un vacío, como un agujero en el ser. Cuando la conciencia advierte esta vacuidad el hombre experimenta esa viven-cia existencial que llama la náusea. Esta contradicción entre el "en sí" y el "para sí" es irreductible". Entre ellos no es posible la unión y ni siquiera la comunicación.
 
Pero el hombre, esa pasión inútil, no se resigna a ser nada; necesita un punto de apoyo y busca desesperadamente una forma de afincarse en el ser. Lo intenta por tres caminos que podernos llamar: tendencia a la nada, tendencia al otro y tendencia al ser. La tendencia a la nada es propia de la conciencia y la libertad. Por la conciencia el hombre trata de conocerse a sí mismo y lo único que descubre es sus propias limitaciones, su propia insignificancia, con lo que en lugar de afirmarse sólo consigue aniquilarse. Por eso la función de la conciencia es aniquiladora. Lo "en sí" es y no puede no ser, por tanto tampoco puede ser libre. La libertad es una característica del ser "para sí", es decir, del no ser. Sólo puede ser libre el hombre. En sí misma considerada la libertad no admite grados, aunque el ejercicio de esa libertad pueda estar condicionado por la situación. Según Sartre, el hombre no sólo es totalmente libre sino que, también es necesariamente libre. Hay una sola limitación a su voluntad: no puede renunciar a ella. Por eso afirmará que el hombre está condenado a la libertad. Y es una libertad absurda porque le ha sido dada sin su consentimiento y porque, además, es incapaz de llegar al objetivo que se propone: el ser "en sí". Ni conociéndose a sí mismo ni eligiéndose a sí mismo, llega el hombre a establecer una comunicación con el "en sí", sino que por el contrario se sumerge cada vez más en la profundidad de su nada.
 
Fracasada la búsqueda del ser por la conciencia y la libertad, el hombre trata de apropiárselo a través del "otro". Recorre Sartre este camino guiado por el psicoanálisis existencial de Freud; pero esta vía también lo lleva al fracaso, puesto que para lograrlo tengo que reducir al otro a simple objeto. Ante esta imposibilidad frustrante, Sartre no duda en afirmar que el infierno son los otros.
 
La tendencia íntima del ''para sí" es buscar apoyarse en el "en sí" pero con una condición: no dejar de ser "para sí". Dicho de otra forma pretende ser y no ser al mismo tiempo. Ser por la seguridad que en el ser encuentra; no-ser por la libertad que el para-sí le proporciona.
 
 En última instancia, asegura Sartre, lo que el hombre pretende es convertirse en Dios, que sería la realización del imposible metafísico de ser y no ser al mismo tiempo. Ahora bien, si Dios es imposible, Dios no existe. Con esto llega Sartre a fundamentar una moral sin preceptos ni deberes, es decir, una inmoralidad total, expresada claramente en su frase: "Si Dios no existe, todo está permitido".
 
La gran difusión de su obra ha permitido a Sartre una gran influencia sobre la cultura europea de su tiempo, psicológica y situacionalmente predispuesta a acoger una filosofía de muerte y fracaso.
 
Obras: El ser y la nada. El existencialismo es un humanismo. Crítica de la razón dialéctica. La náusea. Las manos sucias.
 
EXISTENCIALISMO TRASCENDENTAL
 
Llamamos así a aquella corriente de la filosofía de la existencia que en su reflexión llega hasta Dios. Sus representantes son: Jaspers y Marcel.
 
Karl Jaspers (1883-1969). Nacido en Oldenburg (Alemania), profesor en Heidelberg, es depuesto por la represión nazi. Dice Jaspers que la filosofía de la existencia es el pensar que utiliza todos los conocimientos específicos, rebasándolos, para poder el hombre llegar a ser él mismo. En su análisis de la existencia encuentra que ésta se manifiesta en tres aspectos: comunicación, historia y libertad. Como comunicación la existencia consiste en hallarse abierta, relacionada con los otros, las cosas y Dios. Como historicidad la existencia es un ser temporal que se realiza en y por el tiempo. Como libertad la existencia es un intento de superar sus propios límites, su propia finitud, para alcanzar la trascendencia. La libertad supone la responsabilidad y ésta el sentimiento de culpabilidad. La libertad entraña, también, una especie de negación de sí misma en el sentido de que mi elección arrastra unas consecuencias a las que necesariamente tengo que atenerme. Cuando elijo una posibilidad necesariamente descarto las otras.
 
Lo existente no tiene fundamento alguno, se halla desgarrado y roto. La existencia es esencialmente insuficiencia; su consistencia se apoya únicamente en su relación con la trascendencia. La trascendencia no es objetivable, por lo tanto no es cognoscible y permanece como lo absolutamente escondido. Para acercarse a esa trascendencia o develarla, la metafísica no puede hacerlo directamente, se ve obligada al empleo de los símbolos, lo que él llama la lectura de las cifras. No hay nada que no pueda ser cifra (símbolo) de la trascendencia. La naturaleza, la historia, el hombre, la libertad, pueden traslucir la trascendencia. Pero este traslucir o mostrar la trascendencia no significa explicarla; la trascendencia es inexplicable e indemostrable; sólo cabe dar testimonio de ella. Y el testimonio supremo de la trascendencia es el fracaso de la existencia.
 
La experiencia nos demuestra que todo fracasa y se acaba y con ello fracasa también la existencia misma. Este fracaso total nos pone en situación de una apertura total a la trascendencia como único camino de salvación. Sólo en un derrumbe total se hace Dios visible; por eso podrá decir que "filosofar no es otra cosa que aprender a morir", es decir, aprender a aceptar el fracaso definitivo que traerá como consecuencia la comunicación definitiva con la trascendencia.
 
Entre sus obras podemos citar: Los grandes filósofos. Razón y existencia. Lógica filosófica. La fe filosófica, Filosofía desde el punto de vista de la existencia. Psicología de las concepciones del mundo. Filosofía.
 
Gabriel Marcel (1889-1973). Nacido en París, educado en un ambiente judío protestante, se forma filosóficamente en el idealismo pos-kantiano. La experiencia de la primera guerra mundial le obliga a reflexionar con seriedad. Comienza a percibir claramente el encantamiento que produce la aparente perfección del sistema idealista a costa del sacrificio total de la existencia del hombre concreto. No está dispuesto a la enajenación total de su ser, pues para él lo que cuenta en definitiva es su propio yo con todas las circunstancias de su propia experiencia, con todas las peculiaridades de la concreta aventura que le ha tocado vivir. Una experiencia radical marcará definitivamente el rumbo de su vida y de su filosofía: su conversión al catolicismo.
 
Aunque reconocemos la dificultad de exponer su pensamiento, por lo original y asistemático, trataremos de dar las líneas fundamentales de su andadura filosófica.
 
El punto de partida de. Marcel es la existencia. No la existencia en general, sino en su individual singularidad. Su punto de llegada será el ser; pero no un ser como objeto del conocimiento sino un ser participado en la experiencia de nuestra propia vivencia. Es necesario superar la dimensión puramente racional en la que persiste la dualidad y oposición sujeto-objeto. Hay que buscar la interioridad en la que el hombre entra en relación con el ser. Este interiorizarse supone una elección libre; libertad que no se define como absoluta, sino como posibilidad de abrirse o cerrarse a la realidad, a la verdad, al ser.
 
En la construcción de su existencia o en el ejercicio de su libertad, el hombre tiene tres opciones fundamentales, cada una de las cuales se presenta como una doble posibilidad antitética. La primera oposición básica es el ser y el tener. Los hombres somos nosotros mismos y tenemos lo nuestro. Lo nuestro es lo que no forma parte del yo. El tener corre el peligro constante de perderse; por eso la posesión nos intranquiliza y nos devora. El ser, por el contrario, es interior, es parte de nuestro yo. Pero el hombre tiene la tendencia a perder, a diluir el ser en el tener, el yo en lo mío. Esa tendencia es degradante, desintegradora y sólo se puede superar en el amor, que integra el tener en el ser, de manera que lo mío sea expresión viva de lo que soy.
 
La segunda oposición básica se da entre problema y misterio. Problema es algo que encuentro ante mí y que puedo delimitar y solucionar. Misterio es algo en lo que mi propio ser está implicado y comprometido. Para el hombre que vive en la dimensión del tener, todas las cosas se reducen a problemas; para quien vive la dimensión del ser, todas las cosas son misterios.
 
La tercera oposición básica se realiza entre opinión y fe. El hombre que vive en las dimensiones del tener y del problema, es indeciso, sólo tiene opiniones por las que no está dispuesto a arriesgarse. El hombre que vive en la profundidad del ser y del misterio llega a la firmeza de la fe y si es preciso será capaz de morir por esa fe. El hombre es lo que cree.
 
La primera experiencia que tengo de mi existencia, es mi existencia corporal, mi "existencia encarnada", encarnación que me permite una relación con el mundo y con las demás existencias encarnadas. Esta existencia encarnada es el hombre haciéndose a sí mismo, es el "homo viator", el hombre caminante hacia una realización que le espera al final de su camino. Esta esperanza es para Marcel la situación existencial del hombre.
 
Toda esperanza implica un punto de apoyo que la mantenga y alimente; esa garantía para la esperanza no puede ser más que Dios, la absoluta trascendencia. Pero no un Dios indeterminado, lejano, sino un Dios personal que permita y asegure la relación total y definitiva de yo- tú en la que se realiza la plenitud de la existencia humana, a pesar de la muerte o más exactamente a través de la muerte. Esperar es vivir y nada está perdido, ningún esfuerzo es inútil, ninguna vida está malograda si al final del camino se abre una esperanza.
 
Entre las obras de Marcel podemos citar: Diario metafísico. Ser y tener. Homo viator. El misterio del ser. Los hombres contra lo humano. Decadencia de la sabiduría. El hombre problemático. Prolegómenos a una metafísica de la esperanza.
 
Otros filósofos que deben incluirse en filosofía existencialista son: Simone de Beauvoir, Merleau-Ponty, A. Camus, Chestov, Berdiaev.
 
PERSONALISMO
 
Para entender el Personalismo es importante conocer el contexto en que surgió. Los factores culturales y sociales más relevantes de la Europa de la primera mitad del siglo XX. (http://www.bioeticawiki.com/Personalismo)
El positivismo y el cientificismo: Los logros numerosos de la ciencia llevaron a una enorme valoración del método experimental, del conocimiento científico y de las realidades físicas, que quizá se podría denominar materialismo intelectual. La causa próxima de esta mentalidad la podemos encontrar en el tremendo éxito alcanzado por la ciencia experimental. Frente a las oscuridades que presentaban las ciencias humanas, las jergas ininteligibles de los filósofos idealistas y la continua puesta en discusión de lo que ya parecía sólidamente establecido, la ciencia experimental aparecía como un modo de saber seguro, preciso, acumulativo y con unas repercusiones prácticas increíbles e inesperadas (teléfono, luz eléctrica, automóvil, aviación, etc.).
Todo esto llevó a muchos a pensar que el método científico era el único método de conocimiento válido y que las únicas dimensiones que realmente existían eran las físicas y materiales, aquellas que se podían controlar mediante ese método de conocimiento. Se empezó a considerar que los aspectos de la realidad que quedaban fuera del alcance de este método eran entidades ficticias, inventadas por la inteligencia del hombre, y que no tenían una existencia auténtica.
La teoría de la evolución supuso un apoyo importante para esta visión puesto que - en su versión más radical - afirmaba que el hombre no era más que un producto de la evolución a partir de elementos materiales simples de carácter físico. No había en el hombre, por tanto, una dimensión espiritual ni capacidades espirituales, sino habilidades con origen en una realidad material más evolucionada que en las plantas y animales.
Esta versión radical de la teoría de la evolución condujo, por otro lado, a un descrédito de la religión, puesto que explicaba de modo científico realidades que para la religión tenían un origen sagrado. La religión aparecía así como un intento por parte del hombre de justificar su propia ignorancia. Se pensaba: no sabíamos cuál era el origen del hombre, y la religión inventó una explicación acerca de ello, pero ahora la ciencia nos ha dicho la verdad sobre este asunto y la religión ha quedado desenmascarada. El paso siguiente era fácil de dar: las demás explicaciones que proporcionaba la religión sobre otros asuntos oscuros no eran más que invenciones que se sostenían porque la ciencia no había logrado explicarlas todavía. Era cuestión de esperar que ésta avanzase lo suficiente y caerían por su propio peso.
El resultado de esta mentalidad supuso un descrédito importante de las ciencias humanas, un replegamiento y complejo de inferioridad de la religión y también un rechazo a considerar desde el punto de vista intelectual las dimensiones trascendentes de la persona y, consecuentemente, a aceptar y creer en valores trascendentes. Los saberes que adquirieron prestigio fueron los que más se acercaban a las ciencias matemáticas y experimentales, acercamiento que pretendieron realizar muchos de ellos. En esta línea se sitúa, por ejemplo, la teoría de los tres estados de Comte, fundador del positivismo: el primero, que correspondía a la fase más oscura de la humanidad, era el religioso, a éste seguía el metafísico y, por último, llegaba el realmente válido, el científico. Surgió así, por ejemplo, el auge de la lógica en el interior del círculo positivista de Viena, proyectos como la famosa búsqueda de un lenguaje universal más cercano a la matemática, el declive de la antropología filosófica y de la metafísica, etc.
 
Según lo explica Juan Manuel Burgos  (http://www.personalismo.org/filosofia-personalista/), el personalismo surgió en la Europa de entreguerras con el objetivo de ofrecer una alternativa a las dos corrientes socio-culturales dominantes del momento: el individualismo y el colectivismo. Frente al primero, que exaltaba a un individuo autónomo y egocéntrico, remarcó la necesidad de la relación interpersonal y de la solidaridad; y frente al segundo, que supeditaba el valor de la persona a su adhesión a proyectos colectivos como el triunfo de una raza o la revolución, el valor absoluto de cada persona independientemente de sus cualidades.
Corresponde a Emmanuel Mounier (1905-1950) el mérito de haber dado voz y forma a este movimiento a través de sus escritos y de la revista Esprit, convertida en hogar y punta de lanza del personalismo. Mounier, en efecto, fue capaz de agrupar a numerosos intelectuales en este proyecto innovador y especificó las claves filosóficas fundamentales que debí­an regir la filosofí­a personalista. El punto central giraba en torno a un renovado concepto de persona que asumí­a la larga tradición que se remonta a la aparición del cristianismo pero modificada y actualizada por la asunción de muchos elementos de la filosofí­a moderna y por un repensamiento del mensaje antropológico cristiano.
Además, y desde una perspectiva más especí­fica, Mounier definió los parámetros de lo que después se ha conocido como personalismo comunitario, que insiste fuertemente en la acción y transformación social.
En ese mismo periodo, bajo la influencia de Mounier o de forma independiente, surgió un importante grupo de pensadores que se plantearon problemas similares y les dieron una solución también similar aunque modulada por la idiosincrasia personal.
 
·       En Francia destacan Jacques Maritain, Gabriel Marcel o Maurice Nédoncelle.
·       En Alemania el grupo de fenomenólogos realistas -con nombres como Scheler, von Hildebrand, Edith Stein-, Romano Guardini y la filosofí­a del diálogo o personalismo dialógico, ligada al judaí­smo y representada principalmente por Buber, Ebner, Roszenweig y Lévinas.
·       En Polonia destaca Karol Wojtyla, lí­der de la Escuela de Lublin.
·       En España Zubiri y Julián Marí­as;
·       En Italia, Luigi Stefanini y Luigi Pareyson.
 
La aportación filosófica de este impresionante conjunto de personalidades, a las que se podrí­an añadir muchas otras, contribuyó de forma decisiva a transformar el movimiento personalista en una filosofí­a poderosa, creativa y con mucha potencialidad.
 
 
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